La Razón (Cataluña)

Roca Rey triunfa y Urdiales se lo inventa

Los diestros salen a hombros en el último festejo de la feria de Burgos, en el que Emilio de Justo corta un trofeo

- Patricia Navarro

BURGOS. Última de la feria. Se lidiaron toros de la ganadería de Torrealta, terciados de presentaci­ón en general, aunque desiguales. 1º , repetidor y sin demasiada clase; 2º, noble pero más paradote; 3º, noble y soso; 4º,incierto y de menos a más; 5º, bueno; 6º, noble y repetidor.

Diego Urdiales, de teja y oro, estocada (oreja); estocada fulminante (dos orejas).

Emilio de Justo, de sangre de toro y oro, estocada, tres descabello­s (saludos); pinchazo, estocada caída (oreja). Roca Rey, de negro y oro, buena estocada (oreja); estocada (dos orejas).

Apenas quedaban unas horas para hacer el paseíllo cuando Ponce lanzó el comunicado en el que cortaba la temporada, vamos que se iba. Y lo hacía sin previo aviso y sin dar los quince días protocolar­ios de los trabajos, claro que esto es otra historia. Una película.Ya era baja en Burgos hoy. La empresa buscó alternativ­as y Diego Urdiales fue la solución. Más que buena. Era tarde cuando sonó el teléfono de

Villalpand­o para coger la sustitució­n y Diego hizo el paseo en Burgos, desmontera­do, después de más de dos décadas de alternativ­a. Dato curioso. Y abrió plaza como hubiera hecho Ponce en una faena medida, suavona, ligada ante un toro que embestía con mucha repetición, punto pegajoso y sin entregarse en el engaño, pero lo justo para que Urdiales montara faena. La estocada fue un buen broche para el trofeo.

Crecerse

Tenía muy mala pinta el cuarto, y eso que venía después de la merienda y estaban los ánimos en calma. Pero el Torrealta no vino en son de paz, tan incierto que cada embestida era un enigma con dudoso desenlace. Lo mismo recortaba que iba largo, pero no se le notaba entregado en la muleta. Y ahí es donde se diferencia los toreros. Si hubiera tirado Diego por la calle del medio, hubiera pasado desapercib­ido, pero apostó por el toro Urdiales. Tragó en esas primeras embestidas para convencer al animal y ya uno y otro fluyeron y la faena fue a más, el Torrealta también y la calidad del toreo del riojano. Hundidas las zapatillas sobre la arena, a pesar de la incertidum­bre del toro y pulseando las embesti- das, enseñándol­e a ir hasta el final. Tuvo emo- ción y belleza una faena construida ante nuestros ojos. Y la estocada, tan en lo alto como fulminante. Había quedado tan arriba la historia, que todo tenía sentido.

Roca Rey no esperó a ver qué le esperaba en el último tercio y apostó por el espectácul­o con el quite del tercero. En los medios y desafiante. Gustó. El toro tuvo después nobleza infinita, también sosería, pero le dejó al peruano hacer lo que quisiera y como el valor le viene de serie, la taleguilla y los pitones del toro se mimetizaro­n en más de una ocasión hasta no llegar a distinguir­los a cierta distancia sin que el diestro se inmutara. La estocada fue perfecta.

Anduvo centrado con el sexto, que tenía buen ritmo, suavón y con ganas de repetir en el engaño de Roca. Hizo una faena larga, templada y ligada, metiéndose muy con el animal que se dejaba hacer a placer ante el dominio del torero. La estocada fue el pasaporte para el doble trofeo.

Noble pero más paradote resultó el segundo, que le tocaba a Emilio de Justo. Dentro de un conjunto informal encontró el torero los mejores momentos en el toreo al natural, ya fuera en plena faena o los del final a pies juntos y de frente.

Una oreja paseó del buen quinto, que repetía en las telas de De Justo con mejores principios que finales, a la inversa que el torero. Quiso siempre, aunque no tan fino como en otros momentos.

Y en Burgos, en la feria sin feria (en la ciudad), se fueron a hombros Roca Rey y Diego Urdiales. Un paso más en la conquista de la normalidad. De haberla.

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EFE Los diestros Diego Urdiales y Roca Rey salieron a hombros ayer en la última de Burgos

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