«Aquí no frena nadie»
Ciclistas, directores y organizadores ofrecen claves de las caídas en el Tour
Los que siguen vivos y en pie en este Tour que ha dejado a Roglic lleno de apósitos y vendas por todo el cuerpo, a Pogacar con tiempo perdido, a Geraint Thomas también caído y con el hombro dislocado, todos ellos reclaman que se les escuche. Por eso, a un kilómetro de dar la salida en la cuarta etapa se produce la insurrección. Leve. Alaphilippe y Greipel, dos pesos pesados se colocan al frente y obligan a todos a frenar. Es una acción más simbólica que efectiva. Los ciclistas –aunque no todos, el Alpecin-Fenix del líder Van der Poel, uno de los equipos invitados, por ejemplo, no lo secunda–, claman más diálogo entre todas las partes: la suya, los equipos, los organizadores y la UCI. Ellos ya habían pedido que en la tercera etapa se neutralizaran los tiempos a falta de 5 kilómetros en vez de a tres, pero el Tour no les escuchó y después sucedió que hubo más ciclistas en el suelo que sobre la bici.
Un día después, echan el pie a tierra para pedir que se vele por su seguridad. «Se habló entre todos los corredores. No queremos quitarle espectáculo a las carreras ni fastidiar a los organizadores, pero sí que nos gustaría que se llegue a un acuerdo sobre ciertos finales», explica Enric Mas, uno de los que sigue intacto.
La cuestión va mucho más allá. Así lo ve Javier Guillén, el artífice de haberle dado a la Vuelta a España personalidad propia gracias a recorridos atractivos y diferentes. «No se puede establecer la responsabilidad sobre una de las partes. La primera de las caídas del lunes fue a 35 kilómetros de la meta, ¿es culpa del organizador? La segunda fue a siete, cuando los corredores lo que pedían era ampliar el arco de seguridad de los tres a los cinco últimos kilómetros, y la última fue entrando en meta cuando ya había un grupo muy reducido de corredores. ¿De todo eso tiene culpa el organizador?», se defiende. «Ahora es porque las carreteras son estrechas y reviradas, pero cuando se pase a las anchas, ¿de quien será la culpa? Hace tres años se redujo el pelotón, con un ciclista menos por equipo en busca de tener más espacio. Se están haciendo cosas, pero no es justo establecer toda la responsabilidad en los organizadores». Porque hay más cosas.
A sus 35 años, Víctor de la Parte está conociendo este año el Tour. Enrolado en las filas del TotalEnergies francés, el de Vitoria habla de que «cada vez las bicicletas corren más. Antes íbamos con el 53, ahora todo el mundo lleva el 54. Vas a frenar y es imposible, a la velocidad que va todo el mundo derrapa». Y a esto «se añade que aquí nadie frena porque un frenazo te supone irte atrás. Es una locura porque encima tienes el pinganillo, los directores que no paran de repetirte que hay que ir todo el rato adelante y todos no cabemos Es una guerra que no tiene fin».
Desde esa otra posición, la de los coches, habla Jorge Azanza:. «Hay una presión bestial. Siempre ha habido caídas, pero desde hace tres años muchas más. Ahora desde los coches se controla todo, hay mucha más información de todo tipo y encima, los directores pidiendo por la radio continuamente que todos los corredores vayan juntos». A eso, se añade «la orden de estar entre los 20 primeros. Una orden que dan todos los equipos. Antes a los favoritos favoritos les daba igual perder 20 segundos en una etapa al esprint, pero ahora no. Se disputa todo y lo hacen todos. Ves a cinco equipos a la vez peleando las posiciones delanteras, ¿quién cede ahí?», se pregunta Azanza. Recuerda también su época de ciclista, «cuando fui al Tour la tensión fue lo que más me llamó la atención, pero es que estos últimos años ha ido a más y es una batalla campal. Mandan mucho los coches y esa tensión es bestial».