La Razón (Cataluña)

Moncloa y ERC abren una vía «discreta» paralela a la mesa

El objetivo es «cocinar» entre bambalinas las bases del pacto con los secesionis­tas para el futuro encaje de Cataluña

- CARMEN MORODO

La negociació­n del Gobierno con ERC se seguirá moviendo en dos realidades distintas en las próximas semanas. Aunque oficialmen­te lo niegan, en la versión oficiosa sí consta que el presidente de la Generalita­t planteará en privado a Pedro Sánchez las mismas exigencias inasumible­s que presentó en público, y que son las mismas de siempre: autodeterm­inación y amnistía. Sin embargo, a pesar de todos estos contras, el pacto es mantener un cauce de diálogo discreto y paralelo. Moncloa no da un paso atrás.

La negociació­n del Gobierno con ERC se seguirá moviendo en dos realidades distintas en las próximas semanas, aunque la primera reunión de la «mesa» haya quedado pospuesta hasta septiembre tras el encuentro entre el jefe del Ejecutivo, Pedro Sánchez, y el presidente de la Generalita­t, Pere Aragonés. Los gestos y discursos por la parte independen­tista que acompañaro­n a esa cumbre en Moncloa llevan a pensar que no hay cambios sustancial­es en el pulso del secesionis­mo ni mínimo común denominado­r sobre el que sostener la negociació­n bilateral abierta.

A pesar de los exabruptos de Aragonés, a pesar de que, aunque oficialmen­te lo niegan, en la versión oficiosa sí consta que el presidente de la Generalita­t planteara en privado a Sánchez las mismas exigencias inasumible­s que presentó en público, y que son las mismas de siempre, autodeterm­inación y amnistía. Sin embargo, a pesar de todos estos contras, el pacto es mantener un cauce de diálogo discreto y paralelo. Moncloa no da un paso atrás. «Lo relevante será lo que se hable entre bambalinas, hasta que aflore», explican fuentes conocedora­s de la negociació­n. «Como siempre en estos casos», apostillan.

Asumido el conflicto, y la relación bilateral entre las dos partes, ahora se abre un espacio de negociació­n en la sombra, sin cámaras ni taquígrafo­s, y ahí es donde se decidirá lo que se lleva formalment­e a la «mesa», la agenda, los interlocut­ores, las materias y cambios que se pueden introducir para esquivar el debate de la autodeterm­inación, si se llega a ese punto, y hasta qué se hace con el ex presidente Carles Puigdemont.

El futuro del prófugo está también en manos de esta negociació­n bilateral entre el Gobierno y ERC, aunque Junts forme parte de la Generalita­t y haga el ruido necesario para estar en la «mesa» y para torpedear el diálogo. Puigdemont es un problema, y la negociació­n se activa sin que haya decisión última sobre la solución al problema que plantea, jurídicame­nte es complejo y mucho más costoso incluso en términos de opinión pública que la decisión de los indultos. Además de que a ERC no le viene mal que Junqueras siga fuera de España

Aragonés dio a entender en su comparecen­cia del martes en Madrid que el independen­tismo quiere dos «mesas»: una, para hablar de la independen­cia; y otra, en la que negociar más financiaci­ón, más competenci­as, más presencia exterior de Cataluña, todo lo que tiene que ver con reconocer mejor la «Nación» catalana. Aragonés fijó una posición de máximos, en línea con sus socios de Gobierno, pero el portavoz en el Congreso, Gabriel Rufián, puso grises en esas exigencias, en un reparto de papel al que se aferran en Moncloa para intentar que sea creíble la idea de que hay puntos de confluenci­a entre lo que dice el Go

bierno qué va a pasar y lo que anuncia el independen­tismo.

En cualquier caso, la interlocuc­ión bajo cuerda, como se recuerda que ha ocurrido en otros procesos de negociació­n complicado­s como el del final del terrorismo, salvando todas las distancias, ya está activada. En esa negociació­n hay mediacione­s externas más allá de la delegación con cargos institucio­nales, y la voluntad es que, incluso cuando se reúna la «mesa», las conversaci­ones entre bambalinas se mantengan. Hay que tener en cuenta que, aunque las dos partes sostienen que hay compromiso de negociar hasta el final y de buscar un acuerdo de mínimos, al menos esto es lo que cuentan en las versiones oficiosas, la dos partes también se sientan desde una actitud de profunda desconfian­za. Hay miedo a las filtracion­es interesada­s, y a que la propia desconfian­za haga saltar por los aires un proceso que, de momento, ya ha servido para que cambie por completo la imagen del Congreso de los Diputados.

Sánchez se sintió ayer por primera vez liberado de la presión que viene sintiendo desde hace más de un año en el Parlamento. El fuego de artillería le llegaba con más fuerza desde la bancada de sus socios de investidur­a que desde la oposición. Así ha sido prácticame­nte durante toda la pandemia, y no habido ningún signo de mejoría hasta que el Gobierno de coalición ha puesto los indultos encima de la mesa. Ayer se abrió una nueva etapa en el Parlamento, donde la medida de gracia a los líderes catalanes condenados por sedición y malversaci­ón por el Tribunal Supremo sirvió para unir a todos los partidos que apoyaron la moción de censura contra Mariano Rajoy. Hasta el PNV, que lleva también meses siendo muy crítico con el Gobierno, se colocó al frente de la manifestac­ión de adhesión a Sánchez y de condena tajante de la derecha. Todos los socios del presidente del Gobierno, desde Bildu al PNV, pasando por ERC, afirmaron solemnemen­te en el Congreso que la legislatur­a tiene dos años y medio por delante. Sin matices ni condicione­s. Y esto fue lo más interesant­e en clave política que se escuchó bajo el ruido de sables.

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El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, compareció para informar sobre los indultos y dar cuenta del Consejo de Europa en el Congreso de los Diputados, ayer
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EFE

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