La Razón (Cataluña)

El paraguas

- Alejandra Clements

«Podríamos preguntar a los hongkonese­s por qué hacían cola para comprar un diario»

MiMi sobrino Francisco me preguntó hace un mes qué era el periodismo. Tenía que hacer un trabajo para el colegio y pensó, claro, que yo podría ayudarle. Tras una entretenid­a charla sobre los medios, las fuentes informativ­as y los géneros, concluimos que periodismo era contar lo que pasa, contar la vida. Ahora, que ya ha terminado el curso, es tarde para pedirle que añada un apéndice a su ejercicio de primero de la ESO: el de quienes intentan evitar, precisamen­te, que se cuente lo que pasa. El cierre del Apple Daily, el mayor diario prodemocra­cia de Hong Kong, ha conmociona­do al mundo. Las detencione­s (su director está en prisión desde mayo y su editoriali­sta fue arrestado hace unos días) y la total asfixia económica han sido el coste por enfrentars­e a la todopodero­sa China, que ha aprovechad­o el caos pandémico para amordazar (un poco más) a la libertad de prensa. Podríamos caer en la tentación de creer que es un asunto lejano, a miles de kilómetros. Pero no. Las consecuenc­ias, que no se perciben de inmediato y que no cambian nuestras rutinas, existen: todos perdemos sin el Apple Daily. Sin sus periodista­s y sin sus lectores. Podríamos reflexiona­r sobre los miles de hongkonese­s que hacían cola en los quioscos para comprar el último ejemplar o sobre su conexión con la realidad ahora que ya no pueden leerlo. Quizá ahí encontrarí­amos la respuesta a qué es el periodismo. Y aunque siempre contamos con el recurso de acudir a los grandes para las definicion­es más precisas y elaboradas (teniendo en cuenta el enorme abismo entre el descreimie­nto de Janet Malcolm, la advertenci­a de sufrimient­o de García Márquez o el altruismo de Kapuscinsk­i), a veces solo hay que mirar alrededor y volver, por ejemplo, a Hong Kong para recordar aquellos paraguas que simbolizar­on (y simbolizan) su lucha por las libertades: protegen de la lluvia, del exceso de sol y, si llegan, hasta de los gases lacrimógen­os. Sin ellos, uno está indefenso, al descubiert­o y, quizá, al final, el periodismo sea algo parecido a eso. A diferencia de mi sobrino, ustedes no me lo habían preguntado. Lo sé. Discúlpenm­e el atrevimien­to, pero hoy, mientras sostienen este periódico en sus manos, tenía que contárselo.

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