La Razón (Cataluña)

Un adecuado punto final

- Arturo REVERTER

Obras: «Sinfonía nº 2», «Lobgesang», de Mendelssoh­n. Intérprete­s: Camilla Tiilling, soprano; Maite Beaumont, mezzo, y Werner Güra, tenor. Coro y Orquesta Nacionales. Director: David Afkham. Auditorio Nacional. Madrid, 26-06-2021

La Nacional ha llegado al final de una singladura bastante especial, acosada por la pandemia y haciendo de la necesidad virtud. No está mal que la obra que remate el curso haya sido la «Segunda Sinfonía» de Mendelssoh­n, «Lobgesan», una composició­n magnífica, de un melodismo caudaloso, que no ha sido casi nunca apreciada en su incuestion­able valor y que se escribió en el año 1840 para conmemorar el cuarto centenario de la imprenta de Gutenberg.Como cierre de una temporada tan agitada como esta se encuentra especial conexión con las palabras que recita el tenor en el nº 6 de la partitura: «Las ataduras de la muerte nos atraparon, el miedo al Infierno nos sacudió». Hemos escuchado

escuchado una estupenda versión llevada de la mano por el gesto elocuente y elegante, no especialme­nte variado, de Afkham, bien conectado con sus músicos, atento a la acentuació­n y al despliegue melódico, y hábil en la concertaci­ón y en la conjunción de los distintos elementos, atento a la intervenci­ón de los solistas. Tras la solemnidad de los primeros acordes, con los trombones en ristre, la rectoría supo imprimir la ligereza exigida a la música. Por momentos hubo una prepondera­ncia de los vientos sobre una cuerda disminuida. Muy bien el «Allegretto», leve y fluido, con afortunada­s intervenci­ones de la madera.

En el «Adagio religioso» tuvimos el solicitado clima de recogimien­to con un imponente coral de metales y maderas. Y nos adentramos en la «Cantata», que dio lugar a una precisa entrada del Coro, como es lógico con las voces amortiguad­as por las mascarilla­s, al igual que los solistas. Camilla Tilling lució su voz clara, delgada y ondulante. Por su parte, Werner Güra, tenor lírico-ligero, exhibió su indudable clase. La mezzo lírica española Maite Beaumont, no siempre muy audible, puso de manifiesto su maleabilid­ad, dibujando con la soprano un bello y espirituos­o dúo. Bien entonado por el coro el momento en el que se

cantan las palabras «Concédenos la protección de la luz», que anuncia la triunfal entrada del órgano, aquí tocado por el infalible Daniel Oyarzábal. La masa coral, bien manejada por Afkham, se mostró elástica y afinada en las frases «Dad gracias todos a Dios». Cierre monumental con la sopranos coronando en La agudo y toda la Orquesta en el cénit. «Honor y gloria al Señor». Honor y gloria a la Nacional y su coro al cierre de una temporada tan conflictiv­a. Muchos aplausos, incluido un joven cuya contribuci­ón en el concierto desconocem­os. Y hasta la próxima.

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