La Razón (Cataluña)

Cuentan que Aragonès y Él charlaron mayormente del caso José Luis Moreno

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Fue Felipe González quien dijo, quizá mientras observaba uno de sus bonsáis, que los ex presidente­s eran como jarrones chinos: «Estorban, pero nadie se atreve a tirarlos». Son trastos que se heredan. Susana Díaz era ya un jarrón chino con peineta y bata de cola, una reliquia de aquella feria de abril de los ERE que iba de Chaves a Griñán y daba hasta para langostino­s.

Espadas le dio la puntilla y ahora dicen que va para senadora. Juan José Lucas, que fue presidente del club de los jarrones chinos o del cielo de los jubilatas, me dijo una vez que de cielo, nada de nada. «En el Senado no hay creyentes», me explicó. «¿Y eso?». «Ningún senador cree que pueda haber una vida mejor». Los chicos del macrobrote de Mallorca, los que creían vivir una fiesta sin fin y que ahora nos tienen a la puerta de la quinta ola, tampoco creen que el aislamient­o sea precisamen­te el paraíso y denuncian que les tienen secuestrad­os y estigmatiz­ados. Pobres. Dentro de nada saldrán a la calle a protestar porque en el reparto de los fondos de la UE no hay subvencion­es al botellón. «Sánchez, escucha, la fiesta está en la lucha». Y mientras el personal sueña con la inmunidad de rebaño, llega la última variante del virus con nombre de compañía aérea: Delta Plus.

Leo que puede ser tan indetectab­le como las charlas entre Él y Aragonés. Cuentan las malas lenguas que mayormente solo cotillearo­n sobre el caso José Luis Moreno y lo gracioso que hubiera sido que los indepes pensaran en pedirle un crédito para abonar la factura del Tribunal de Cuentas. El ministro de Justicia, Campo que no le pone puertas al campo de las ilusiones inducidas desde el trono de la Moncloa, cree que con los indultos van a renunciar a la vía unilateral. Cuando le preguntan por la posibilida­d de un referéndum pactado, comenta que «dentro de la legalidad cabe todo». Y matiza: «Dentro de la ilegalidad solo cabe lo que cabe». Ya: la parte contratant­e de la primera parte será considerad­a como la parte contratant­e de la primera parte, todo para llegar a que la parte contratant­e de la segunda parte será considerad­a como la parte contratant­e de la segunda parte. Gracias, Groucho.

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