La Razón (Cataluña)

Los penaltis llevan a España a semifinale­s

Los de Luis Enrique eliminan a Suiza con Unai Simón como gran héroe y después de un sufrido empate (1-1) y una prórroga

- Domingo García

A España se le volvieron a cruzar los viejos fantasmas, los cuartos de final y los penaltis en los que se estrellaba una y otra vez hace no tanto tiempo y que parecían despejados desde la Eurocopa de 2008. Unai Simón, el portero discutido, el mismo que había encajado un gol ridículo contra Croacia, demostró que su cabeza es más fuerte aún que sus manos. Detuvo dos penaltis consecutiv­os de los suizos –a sus dos centrales, Scharr y Akanji– cuando la presión era más grande para él, después de que Busquets fallara el primero y acertaran los suizos. Y el penalti que venía después lo lanzó Vargas por encima del larguero. Tampoco le intimidó el error de Rodri y que la ventaja volviera a ser para los suizos.

Oyarzabal marcó el definitivo, el que metía a España en las semifinale­s de Wembley el próximo martes. Antes habían marcado Gerard Moreno, que se quitó la espina del penalti fallado contra Polonia, y Dani Olmo. La gran actuación de Sommer, el portero suizo, se quedaba sin premio.

España daba sentido desde los once metros a lo que había sucedido durante el partido, pero con un sufrimient­o exagerado. Un gol de Jordi Alba pareció abrir a España la puerta de las semifinale­s. Un territorio olvidado por el que la Roja no transitaba desde hace nueve años, desde que Jordi Alba se estrenó en una gran competició­n internacio­nal. Tuvo la ayuda de Zakaria, que desvió el balón y despistó a Sommer, el portero modelo suizo.

Ahí se acabó el partido para

España, con ocho minutos jugados y una vida por delante. Amasó la pelota, aseguró la posesión y se dedicó a defender el resultado como le gusta a Luis Enrique, con el balón en los pies.

Era el escenario ideal para Sergio Busquets, que manejaba el centro del campo a un ritmo tolerable para un futbolista como él, un veterano que no puede presumir de su físico. Pero España tenía el balón y sólo eso. Sin profundida­d, sin oportunida­des de gol, con toda su confianza entregada a un tanto de rebote conseguido en los primeros minutos.

España había dado el partido por liquidado, pero Suiza, no. Poco a poco, los helvéticos fueron creciendo en el encuentro, animados por la fragilidad defensiva de los españoles. Cada pelota que se acercaba al área de Unai Simón, cada córner a favor de Suiza era una ruleta rusa para la Roja. Los suizos explotaban desde la esquina la debilidad de Ferran Torres en el juego aéreo, pero tampoco se imponían los centrales ni el portero español.

Con el paso de los minutos a España le crecía el miedo por dentro en lugar de la confianza. A pesar de que, en teoría, lo tenía todo a favor. Xhaka, el capitán suizo, estaba sancionado y Embolo, uno de los delanteros, se lesionó a los veinte minutos.

La estructura de Suiza se tambaleaba, pero no su fe ni su fútbol. La seguridad que perdía España la ganaban ellos. Y encontraro­n el gol en una jugada ridícula de la defensa española. Un balón que parecía controlado por Laporte se enredó, el central del City no se entendió con Pau Torres y entre los dos le entregaron la pelota a Freuler, que sólo tuvo que entregárse­la a Shaqiri para que marcara el empate.

Suiza se sentía capaz de todo y a España le temblaban las piernas. Hasta que Freuler hizo un entrada exagerada que le valió la roja directa. A los 77 minutos Suiza se quedó con uno menos y el partido volvió a cambiar de dirección.

Los suizos seguían perdiendo jugadores clave. Además de Freuler se marchó Shaqiri, lesionado. Y Petkovic, el selecciona­dor, decidió retirar a Seferovic para que entrara Gavranovic. Un delantero por otro. Uno más fresco que otro.

Desde entonces la jerarquía de Suiza se desplazó a la portería. Poco les quedaba por hacer más que defenderse. España se adueñó otra vez del balón y del partido. El triángulo que formaban en la banda izquierda Jordi Alba, Pedri y Dani Olmo cargaba con el peso del juego. Y Marcos Llorente, que por fin encontró su sitio en el centro del campo, ofrecía siempre desmarques con sentido. Esperó casi hasta la prórroga el selecciona­dor para hacerle un hueco en el equipo.

Pero España seguía sin acertar en el remate. No era el día de Gerard Moreno, que había entrado en la segunda mitad. Y Sommer siempre respondía. Luis Enrique preparó el equipo para los penaltis con la entrada de Rodri. Falló el centrocamp­ista del City, pero estaba Unai para corregirlo todo. Recibió el premio al mejor del partido y España le debe la semifinal.

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EFE Unai Simón y Oyarzabal se abrazan después de protagoniz­ar el pase de España a las semifinale­s de la Eurocopa
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AP Los jugadores de la selección española celebran el pase a semifinale­s

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