La Razón (Cataluña)

LA «TRANSICIÓN» SÁNCHEZ STRIKES AGAIN

- POR ALEJANDRO MOLINA

«Dadme una calamidad, un desastre natural, una catástrofe, una contingenc­ia tan excepciona­l que provoque en el público tal conmoción y confusión que pueda acometer sin resistenci­a profundos cambios políticos al margen o, incluso, pasando por encima de la población inerme».

Qué va, no es una directriz de Sánchez a Iván Redondo, que les gusta a Uds. mucho una conspiraci­ón. Un discurso así resultaría increíble incluso como tenebroso y reverberan­te speech de Lex Luthor cuando en su biografía –ficticia, claro está– se convierte en Presidente de los Estados Unidos. Luthor, por cierto, gana las presidenci­ales presentánd­ose por una plataforma de promoción del progreso tecnológic­o, y, en otra variación comiquera sobre el mismo tema (Dark Knight Strikes Again) el Presidente pasa a convertirs­e en un holograma creado por Luthor para gobernar la nación desde las sombras. Vamos, que le falta leer en el teleprompt­er cuando conecta con el telediario.

Pero dejémonos de cómics y calamidade­s ficticias. La pandemia en España: la mayor crisis demográfic­a desde la Guerra Civil; 153.167 muertes más que nacimiento­s en un solo año. La mayor contracció­n económica en toda la serie histórica del INE desde 1970. La mayor restricció­n pública de derechos fundamenta­les desde la dictadura, un confinamie­nto severo afectante a la libertad deambulato­ria, la libertad de empresa y hasta los derechos de manifestac­ión y reunión y todo ello en virtud de un Decreto a punto de ser declarado inconstitu­cional mientras los órganos democrátic­os de control y fiscalizac­ión del ejecutivo hibernaban y el Tribunal Constituci­onal Constituci­onal se tomaba y se toma su tiempo para pronunciar­se.

Ante una calamidad real como la descrita cuesta no caer en la tentación de explicar el momento político español abonándose a la, no por denostada académicam­ente menos popular, doctrina del shock. Ya saben: la conmoción y confusión que provocan en la psicología social las grandes catástrofe­s permiten al poder económico introducir inadvertid­amente profundos e impopulare­s cambios sociales.

Sánchez no ha aprovechad­o la catástrofe pandémica para introducir ahora cambios políticos estructura­les, pues el programa a cuya ejecución condiciona­ron su voto los grupos favorables a su investidur­a ya iba más dirigido a iniciar un proceso constituye­nte que a una legislatur­a ordinaria. Nada habría de ilegítimo en ello si quien postulara el proceso constituye­nte tuviera las mayorías que habilitan la reforma. Pero no: Sánchez disfruta de la mayoría más exigua de la democracia, muy alejada de los quórums para la reforma constituci­onal. El conglomera­do que sostiene a Sánchez no vino a hacer política (o no en primer lugar ni solamente), sino a cambiar las reglas del juego, de ahí que se pretendan analogías entre este momento y la Transición. Ya en diciembre de 2017 anunciaba Iceta unos indultos ante sentencia para «cerrar heridas», «iniciar una etapa a favor de la reconcilia­ción entre los catalanes, los españoles, Europa y el mundo de la economía». Oyendo a la patronal estos días, tiene visión Iceta: le faltó citar al clero entre los reconcilia­dos y ya clava unos nuevos Pactos de la Moncloa.

También fue Iceta quien equiparó a Sánchez con Suárez a cuenta de los indultos: asumía – decía– el mismo coste político que tuvo el legalizar al PCE. Olvidaba Iceta que Suárez defendió ampliar el derecho de participac­ión política al PCE asumiendo el coste político de enfrentars­e a unos entonces poderosos militares franquista­s contrarios a la legalidad democrátic­a, mientras que Sánchez indulta a quienes, hoy de nuevo poderosos, quieren limitar el derecho de participac­ión política de sus conciudada­nos asumiendo un coste político muy distinto, el de enfrentars­e a la legalidad democrátic­a.

Lo que sí ha hecho Sánchez es aprovechar la calamitosa catástrofe pandémica como oportuno acelerante de aquellos cambios estructura­les que prometió en su investidur­a, y lo ha hecho prevaliénd­ose de la confusión, conmoción conmoción y práctica inexistenc­ia de una sociedad civil vertebrada que no esté, por unos intereses u otros, alineada hoy con el poder político. La transición del sanchismo consiste en propiciar una suerte de mutación de facto de la organizaci­ón territoria­l del Estado. Por un lado, creando escenarios paralelos de debate político, vedados a la oposición y carentes de legitimaci­ón –como estos días el Teatro del Liceo o la mesa de diálogo– escamotean­do la materia a los órganos constituci­onales competente­s, donde carece de las mayorías necesarias; y por otro lado, desactivan­do los instrument­os de control de constituci­onalidad de los actos de las comunidade­s autónomas sedicentes, de manera que, eliminadas la potestades coercitiva­s del Tribunal Constituci­onal para suspender eficazment­e las normas impugnadas por la oposición (el Gobierno se aquieta ante la ilegalidad), se pueda ir formando un corpus legislativ­o que, en tanto subsista en vigor varios años, generará una profusa red de relaciones jurídicas, sociales y económicas que harán materialme­nte inviable su anulación real y efectiva por una tardía sentencia de inconstitu­cionalidad.

En una web sobre superhéroe­s de cómic se puede leer: «Lex Luthor no posee ningún tipo de superpoder­es especiales. Esto añadido al hecho de que carece de cualquier tipo de escrúpulos o de moral conocida le convierte en un adversario peligroso. También es un experto en manipulaci­ón psicológic­a, lo cual le otorga ventaja en áreas tanto judiciales como políticas».

La amalgama que sostiene a Sánchez no vino a hacer política (o no en primer lugar o solamente), sino a cambiar las reglas del juego

Oyendo a la patronal, tiene visión Iceta: le faltó citar al clero entre los reconcilia­dos

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