La Razón (Cataluña)

EE UU se marcha, los talibanes avanzan

La retirada de los americanos de la base de Bagram, centro de operacione­s contra los islamistas, marca el fin de una guerra de 20 años

- POR JULIO VALDEÓN

Joe Biden lo anunció en abril. Estados Unidos abandona Afganistán. El movimiento más sonado ha tenido lugar en Bagram, sede de una base aérea crucial. Pasa a control del gobierno afgano. La noticia fue confirmada por fuentes del Pentágono a varios medios estadounid­enses. La del jueves fue la última noche de los militares en una base que ahora deberá ser reconverti­da. Apremia el tiempo: la amenaza terrorista sigue siempre presente y los talibanes hace tiempo que recuperaro­n la iniciativa. Pero Bagram es el prólogo. Como explica Thomas Gibbons-Neff en el «New York Times», la salida de la base sirve como introducci­ón a la retirada del resto de las tropas, que tendrá lugar durante las próximas semanas. Cuenta que el Gobierno de Estados Unidos dejará apenas 650 efectivos para proteger la embajada.

El número de militares necesarios para defender un edificio ofrece pistas respecto a la situación que vive el país, arrasado por las guerras intestinas y la violencia desde mucho antes de que en 2001 el entonces presidente George W. Bush ordenara invadir el país. Acaban de tener lugar los atentados terrorista­s del 11-S y el régimen de los talibanes había tejido una alianza corrosiva con la banda de Osama Bin Laden.

Como recuerda el «Times», 20 años más tarde, la guerra, lejos de haber concluido, atraviesa un momento especialme­nte delicado para el Gobierno afgano, aliado de los países occidental­es. Los talibanes, con todo su cortejo de leyes medievales y barbarie, avanzan inexorable­s rumbo a la capital. También recuerda que han tomado cerca de un cuarto del país en apenas dos meses. La revista «Military Times» se ha hecho eco de los comentario­s realizados por el general Austin S. Miller, que reunido con un grupo de periodista­s en Kabul advirtió de que la situación se está deterioran­do y que si bien de momento cuenta con tropas suficiente­s para apoyar al Ejército afgano, no puede predecir si podrá seguir haciéndolo en los próximos meses. «No quiero especular sobre qué aspecto tendrá ese [apoyo] en el futuro», dijo. En la publicació­n militar también recuerdan las declaracio­nes de la portavoz de la Casa Blanca, que la semana pasada explicó que la naturaleza del acuerdo con los talibanes alcanzado por el Gobierno de Donald Trump hace inviable la posibilida­d de mantener a los soldados. «Dado el calendario establecid­o por la Administra­ción anterior», señaló, «si no retiramos nuestras tropas, los hombres y mujeres estadounid­enses se enfrentarí­an al fuego enemigo, y eso no es algo que el comandante en jefe considere aceptable».

Lo dijo en una reunión con el presidente Ashraf Ghani y el negociador Abdulá Abdulá, encargado de sacar adelante las conversaci­ones de paz. Pero resulta muy dudoso que las citadas negociacio­nes lleguen a buen puerto, sobre todo si los talibanes suman nuevas victorias y se agrava la debilidad del Gobierno.

El país, más que a una transición y a un Gobierno de unidad nacional camina rumbo a la guerra. Para el general Miller, «cuando comenzamos a hablar de cómo termina todo esto, la forma en que debe terminar para el pueblo afgano es algo que gira en torno a una solución política. También he dicho que si no se reduce la violencia, esa solución política se vuelve cada vez más difícil».

Son palabras que resuenan cerca del veinte aniversari­o de aquel 7 de octubre de 2001, cuando el entonces presidente Bush anunció los primeros bombardeos en Afganistán. Fue el comienzo de la «operación Libertad Duradera». Una guerra que en el país ya recibe el sobrenombr­e de guerra infinita. Miles de bombardeos y muertos más tarde, con el norte del país de nuevo acogotado por la doble tenaza de los talibanes y los señores de la guerra, con los afganos que trabajaron con los aliados estadounid­enses temiendo por su vida, Biden será el en

Los talibanes con todo su cortejo de barbarie y leyes medievales ganan terreno y se acercan a Kabul, la capital del Estado

El Pentágono va a dejar unos 650 soldados para proteger la embajada y la base estará controlada por el Ejército afgano

cargado de liquidar una intervenci­ón sostenida por Bush y Obama y a la que Trump puso fecha de caducidad inmediata. La decisión del presidente republican­o, por cierto, fue muy criticada por algunos de los pesos pesados del partido. Igual que el paso dado por Biden generó un fuerte resquemor entre algunos demócratas. Por ejemplo para la senadora Jeanne Shaheen, que declaró su decepción por «establecer una fecha límite en septiembre para alejarse de Afganistán. Aunque esta decisión se tomó en coordinaci­ón con nuestros aliados, EE UU ha sacrificad­o demasiado para traer estabilida­d a Afganistán como para dejarlo sin garantías verificabl­es de un futuro seguro». Para Shaheen, la medida «socava nuestro compromiso con el pueblo afgano, en particular con las mujeres afganas».

Pero todo el poderío militar de la primera potencia no fue suficiente para pacificar un país ingénero gobernable. Queda por saber cómo conjugar la retirada con la previsible multiplica­ción de violacione­s de los derechos humanos a manos de unos talibanes que, como escribió David A. Andelman en la CNN, siguen la «sharía», ejecutan adúlteros y niegan el acceso a la educación de las mujeres. «¿Y qué objetivo más claro para su veneno», dijo entonces, «que el ‘Gran Satanás’, Estados Unidos, que defiende la libertad religiosa, la igualdad de y todas las formas de expresión creativa?».

Sea como sea, la decisión está tomada. Por decirlo como el presidente Biden, «no podemos continuar el ciclo ni extender o expandir nuestra presencia militar en Afganistán con la esperanza de crear las condicione­s ideales para nuestra retirada». La salida de Bagram marca el fin de una guerra de 20 años y quien sabe si el principio de la vuelta de los talibanes al poder.

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REUTERS Soldados afganos hacen guardia ayer frente a la base militar estadounid­ense de Bagram

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