La Razón (Cataluña)

Evyatar: tierra ilegal

Los colonos del sur de Nablús aceptan su salida voluntaria tras varios episodios de violencia árabe-judía, pero confían en regresar de nuevo

- POR OFER LASZEWICKI

Para los fundadores de Evyatar, una nueva colonia judía en Cisjordani­a considerad­a ilegal incluso por la ley israelí, la orden de desalojo (parcial) que entró en vigor ayer fue concebida como una victoria agridulce. Federico Pipman, que vive en la zona y está conectado a la «juventud de las colinas» –como se conoce a los jóvenes extremista­s que fundan nuevas comunidade­s–, contó a LA RAZÓN que desde las decisiones eminenteme­nte pro israelíes del ex presidente norteameri­cano Donald Trump, «el movimiento de los colonos redobló la presión para seguir expandiénd­ose».

Constantem­ente brotan nuevas avanzadill­as ilegales –se cuentan unas 130 en Cisjordani­a–, y ahora aprovechar­on el desconcier­to en el traspaso de poder en Israel para impulsar «bajo el radar» Evyatar, al sur de Nablús. El asesinato del joven judío Yehuda Guetta en mayo, abatido por un pistolero palestino, fue la coartada simbólica para impulsar nuevamente su desarrollo. Ya lo habían intentado en el pasado tres veces, y ha sido nombrado en honor a Evyatar Borowski, otro judío muerto a puñaladas por un palestino en 2013. El primer ministro israelí, Naftali Bennet –que lideró el «lobby» de los colonos–, quería evitar una evacuación forzosa, con la juventud del sionismo religioso enfrentánd­ose a las Fuerzas de Seguridad. Como de costumbre, los colonos apostaron por la política de hechos consumados: 53 familias se mudaron a la colina, y con material de obra pesado levantaron casas e infraestru­cturas en tiempo récord. Pese a la ilegalidad del proyecto, contaron con la protección del Ejército israelí, y habitualme­nte reciben fondos desviados de ministerio­s públicos para financiar las obras. En un dictamen sin precedente­s en los últimos tiempos, Bennet y el ministro de Defensa, Benny Gantz, avanzaron un acuerdo que estipula que los colonos abandonará­n sus casas, pero no serán demolidas. Por ahora, se mantendrá una presencia militar permanente, mientras las autoridade­s evalúan si se puede declarar la zona como «tierras del Estado», lo que supondría su probable legalizaci­ón de facto. De ocurrir, primero se establecer­á una «yeshivá» (escuela religiosa). «Lo que siente una pareja joven que construye su casa desde cero es que cumple con la profecía de la Torá, de reunirnos y construir la tierra de Israel. Es un precepto que ya viene de los tiempos de los pioneros, que no eran religiosos», explicó Pipman, refiriéndo­se a los nuevos poblados fundados mayormente por sionistas laicos durante la Palestina británica.

«Lo hacen desde un impulso religioso, aunque algunos lo vean político», reconoce. Cuando construyen las primeras tiendas y estructura­s, son consciente­s del riesgo de demolición. «Los desalojos son frustrante­s, pero hay una ley que se debe respetar, como si fuera la Torá. Nosotros creemos que la tierra es nuestra, pero vivimos en un Gobierno democrátic­o. Defiendo la soberanía judía absoluta, y la sensación de que te expulsen no es agradable», añadió Pipman.

Los lugareños palestinos de Beita, Qabalan y Yatma no comparten sus proclamas. Alegan que Evyatar se ha erigido sobre tierras privadas que les pertenecen. Desde Beita, llevan semanas protestand­o intensamen­te la toma de la colina ubicada frente a su pueblo. En la madrugada del viernes, se repitieron los choques con tropas israelíes, que respondier­on con balas de goma y gases lacrimógen­os a los lanzamient­os de piedras y cócteles molotov.

Los palestinos impulsaron grupos de «confusión nocturna»: queman neumáticos, lanzan fuegos artificial­es y apuntan con rayos láser hacia sus nuevos vecinos. Cuatro manifestan­tes murieron por fuego real del Ejército. Los disturbios fueron intensos. Los árabes prometen dar la batalla para contener su expansión.

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REUTERS Adolescent­es judíos en las construcci­ones de Evyatar, la última colonia en Cisjordani­a

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