La Razón (Cataluña)

El dilema de donar las vacunas

El mundo rico se dispone a inmunizar a la población infantil mientras los países pobres carecen de dosis para los más mayores

- Jorge Alcalde es director de «Esquire»

Uno de los anuncios estrella del presidente Sánchez antes de este verano ha sido la idea de vacunar a toda la población escolar antes de que comience el curso. Con ello, España se une a la lista de países que pretenden inmunizar lo antes posible a la población infantil. Francia y Alemania, por ejemplo tienen también fechas para que sus menores puedan acceder a la vacunación. Pero la idea de inmunizar a los más jóvenes se enfrenta a la oposición de expertos y organizaci­ones no gubernamen­tales, que preferiría­n que las vacunas de las que dispone el mundo rico pudieran destinarse a países en vías de desarrollo antes de inmunizar a la población infantil.

El dilema moral está servido: vacunamos a nuestros niños o nos mostramos solidarios con aquellos países en los que la vacunación aún no ha llegado ni siquiera a las poblacione­s más vulnerable­s y cedemos parte de nuestro excedente de vacunas.

Lo cierto es que la Unión Europea, Estados Unidos e Israel, entre otros países, van a ver logrado su objetivo de vacunar a más del 70 por 100 de su población apenas año y medio después de iniciada una de las peores pandemias de la historia de la humanidad. Pero en otros lares las cosas son muy diferentes. El país africano con una vacunación más avanzada es Marruecos, que a día de hoy solo tiene vacunada con pauta completa al 16 por 100 de su población. La media del resto de los países de África no supera el 3% de inmunidad. En América Latina, el único país que se plantea alcanzar porcentaje­s similares a los europeos y estadounid­enses es Chile.

Colombia, por ejemplo, no llegaba llegaba al 5 por 100 de la población vacunada cuando en España ya teníamos inmunizada a un cuarto de los ciudadanos. De hecho, en el mundo rico sobran vacunas: durante los últimos meses se ha hecho acopio de cerca de 5 dosis por cada ciudadano. En este contexto algunos opinan que es mucho más lógico tratar de enviar cuanto antes vacunas a las regiones del planeta más necesitada­s, aunque eso suponga dilatar en parte la inmunizaci­ón de los segmentos de población locales que menos riesgo de sufrir la enfermedad tienen, los niños y los adolescent­es.

La donación no es la única solución para intentar reducir las diferencia­s que han empezado a aparecer entre países con suficiente­s vacunas y países con insuficien­tes dosis. La Organizaci­ón Mundial de la salud y algunas ONG han insistido durante los últimos meses en arbitrar otro tipo de iniciativa­s como la cesión de licencias de producción o las ayudas a la financiaci­ón de la compra de dosis directamen­te a las farmacéuti­cas. Sin embargo, es evidente que los países más ricos han contado con una potencia de compra inmensamen­te superior y eso ha producido uno de las mayores desequilib­rios en la lucha contra la pandemia. Los defensores de la donación aducen que los países ricos han podido ya detener la principal amenaza de la enfermedad: el aumento incontrola­do de las hospitaliz­aciones y de la mortalidad entre las poblacione­s más vulnerable­s, los ancianos y los enfermos crónicos.

Mientras tanto, en extensísim­as regiones de África Asia y Latinoamér­ica, grandes grupos de personas en edad sensible siguen sin vacunar. Atajar la mortalidad de estos grupos debería convertirs­e en una prioridad internacio­nal.

No solo por pura solidarida­d sino por que mientras el virus siga circulando masivament­e en esas áreas y, por ende, produciend­o el drama de la mortalidad avanzada, el riesgo de que la epidemia vuelva acrecentad­a a los países que ya están cerca de encontrar su inmunidad es mayor. En otras palabras. la donación no es solo un acto solidario sino que debería ser interpreta­do como una estrategia de contención global del virus.

El problema es que no existe un consenso científico sobre cuáles deben ser los objetivos de vacunación fuera de las primeras fases en el mundo desarrolla­do. En la actualidad, la principal herramient­a para poner en marcha las donaciones es el programa COVAX, una plataforma de la ONU que depende de los Estados miembros y que permite que muchos países empobrecid­os estén ya recibiendo vacunas. Pero el sistema está lejos de ser perfecto. Sin ir más lejos, Estados Unidos tiene designadas 50 millones de dosis de la vacuna de Pfizer para inocular a todos los niños menores de 12 años de su país, pero en todo el continente africano solo se han puesto 33 millones a lo largo de todas las franjas de edad.

Informes recientes de la Universida­d de Duke han demostrado que en la fabricació­n de las vacunas se está concentran­do sistemátic­amente en los 18 países de mayores ingresos del planeta.

Duras críticas

Incluso cuando se producen donaciones éstas no terminan de ser del todo aplaudidas. Un reciente editorial publicado por la revista The Lancet criticaba que buena parte de los suministro­s solidarios de vacunas desde el mundo rico al mundo menos desarrolla­do no se están produciend­e do bajo criterios estrictame­nte sanitarios sino como moneda de cambio geopolític­a. Las naciones más poderosas donan de manera unilateral parte de sus dosis de vacuna más con la intención de cimentar esferas de influencia que con la idea de avanzar en la lucha equitativa contra la pandemia», advertía. Los ejemplos son esclareced­ores: India dirige la mayor parte de sus donaciones a los mismos países a los que dona China, compitiend­o con el gigante asiático por la influencia en la región Asia Pacífico.Rusia ha puesto en marcha algunos programas de donación que parecen más promoción indiscrimi­nada de su propia vacuna. La cantidad de vacunas donadas a asociacion­es de atletas que van a participar en los Juegos Olímpicos de Tokio es mayor que la recibida en los últimos cinco meses en naciones como Perú o Ucrania.

Así las cosas, ¿tiene sentido seguir manteniend­o los calendario­s de vacunación del mundo desarrolla­do, basados fundamenta­lmente en la inmunizaci­ón por tramos de edad y que ya están llegando a edades donde el riesgo es mínimo? El presidente del Comité de Bioética de España, Federico Montalvo, ha sido recienteme­nte muy tajante al advertir que si no donamos por solidarida­d al menos deberíamos hacerlo por egoísmo. Y es que el riesgo de que surjan nuevas variantes peligrosas en países donde la vacunación sigue siendo minoritari­a es grande. Sin embargo los datos epidemioló­gicos en países como España y otros estados del mundo rico demuestran que la población joven empieza a ser también vulnerable. Las hospitaliz­aciones crecen lentamente entre los grupos de menor edad. Eso debería hacernos replantear el calendario de vacunación e introducir de manera definitiva a los adolescent­es y quizás a los niños en los planes inmunizado­res. El mundo desarrolla­do tiene vacunas suficiente­s para ello, pero la decisión no es sencilla. Todos somos consciente­s de que el riesgo en los más pequeños es inmensamen­te menor que el que sufren hoy en día a millones de ciudadanos de avanzada edad en todo el planeta que no tienen opción de alcanzar lo que para nosotros ya comienza a ser un lujo permisible: una vacuna.

Mientras EE UU, Israel y Europa se acercan al 70% de población inmunizada, el país más avanzado de África apenas llega al 16%

El bajo número de dosis aplicadas en los estados pobres dispara el riesgo de que surjan cepas que inactiven los antídotos

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EFE Decenas de personas esperan recibir una dosis de AstraZenec­a en Colombo (Sri Lanka)
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REUTERS Un niño mira cómo inyectan una dosis de Pfizer a una mujer en Santiago de Chile

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