La Razón (Cataluña)

Ana Rodríguez, la matriarca del clan

La ex esposa de Bono es una incondicio­nal de sus hijos y ellos, simplement­e, la adoran

- POR A. S.

El verano pasado, el exministro José Bono aseguraba en el programa «Lazos de Sangre», que tenía con su exmujer, Ana Rodríguez Mosquera, con la que compartió casi tres décadas de vida, «mejor relación que nunca». Ana, la matriarca del clan, ya había publicado en 2015 un libro que se tituló «El club de las perfectas divorciada­s», en el que contaba que para ella el divorcio del socialista fue también una oportunida­d para vivir una segunda juventud. Un post-análisis, en formato libro, en el que solo veía ventajas. Y, aunque su promoción televisiva no salió como ella quiso, estaba decidida a pisar fuerte, aupada por ese clima de bonanza, respeto y cordialida­d que rodea siempre a este clan, incluso en los peores momentos. Guapa, elegante, mediática y con muchas tablas, Ana lo tenía todo para despegar su marca personal ajena al que fue su marido. Lo cierto es que Ana abrió entonces una veda, combinada con sus habituales posados en «photocalls» derivados de su actividad empresaria­l con la marca Tous, que ahora ha desapareci­do. La siempre bella Ana sigue apareciend­o en las redes sociales de sus hijos, que la adoran.Vimos hace tres años lo unida que está su familia en un sesenta cumpleaños que celebraron con una fiesta de disfraces en el toledano Cigarral de las Mercedes, propiedad de una de las mejores amigas de Ana. Y sus hijas (sobre todo

Ana vive con distancia las rupturas sentimenta­les de sus hijos que copan las portadas de las revistas del corazón

Amelia y Sofía) no dejan de disfrutar de momentos familiares entrañable­s con ella. No ha perdido ni un ápice de su belleza y su estilo es indiscutib­le. Lleva promociona­ndo la moda desde que aterrizó en 1983 como consorte de presidente regional. Su actividad más sonora en el mundo de la moda fue en el Salón Greco de Toledo. Ya en 1999 era presidenta de honor del Comité de Moda de Castilla-La Mancha. Pero desde hace unos años hay un definitivo un punto y aparte, dentro de tantas comas y puntos y seguidos. En esta etapa de su vida, con 63 años, afincada en Madrid, pero con viajes frecuentes a Toledo, Ana vive con distancia las rupturas sentimenta­les de sus hijos, que copan (los cuatro, tras la incorporac­ión reciente de la pequeña Sofia a las revistas del corazón) portadas. No porque le sean ajenos sus problemas, sino porque ella siempre será una incondicio­nal de ellos. Se adoran, les adora y en esta fase de su vida solo piensa en cuidarles y en dejarse cuidar (y mimar), que es ahora mismo lo que más necesita. Amelia o Jose tendrán, sin duda, muy presente las palabras escritas de su madre sobre su propia ruptura: «Divorciars­e no es fracasar, no significa que la vida se acabe, no es el final, pero tampoco es un viaje maravillos­o. El divorcio es un camino terrible en el que todos salen perdiendo de una forma o de otra. Pero siempre lleva un orden y cumple una serie de pautas, prácticame­nte idénticas en todos los casos, y no me refiero a las judiciales, sino a aquellas relacionad­as con los comportami­entos que mujeres y hombres desarrolla­n antes, durante y después del proceso. Conocer estas pautas que se repiten miméticame­nte nos dará la ventaja de ir a la contienda con cierta preparació­n y mayor tranquilid­ad ¡Las que lo hemos vivido lo sabemos bien! Las experienci­as vividas nos facilitan la entrada en el club de las perfectas divorciada­s, cuyas normas nos guían para que el final de un matrimonio no se convierta en un infierno». Pues eso, palabra de Ana.

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INSTAGRAM Amelia, junto a su madre Ana Rodríguez

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