La Razón (Cataluña)

Fernando Simón, ¿cómo gestionará no ser famoso?

Tras muchas «perlas» durante el confinamie­nto que le auparon a estar en el centro mediático, ahora, su estrella languidece

- POR MARIAN BENITO

Hace unos días Fernando Simón se marcó un Cristiano Ronaldo al preguntarl­e en radio si iría a «Supervivie­ntes». Igual que hizo el futbolista con la Coca Cola, el científico se decantó por «Adán y Eva», un programa en el que los participan­tes buscan desnudos el amor en una isla desierta. Esta misma salida hace algo más de un año habría roto audiencias, como ha ido ocurriendo con otras de sus lindezas. Léase aquella almendra que se le atragantó o el desafortun­ado comentario de las enfermeras infecciosa­s.

Hoy la estrella de Simón languidece. Según los últimos datos facilitado­s a LA RAZÓN por SEMrush, la plataforma de análisis de tráfico web, el pasado mes de mayo su nombre solo tuvo 49.500 búsquedas en Google. Es poca cosa si nos vamos a marzo de 2020. Con un millón y medio de búsquedas, multiplicó por más de seis las visitas a Messi, uno de los personajes más atractivos para los internauta­s. Solo dos meses antes, cuando la pandemia apenas se intuía, Simón recibía 6.600. Pocas veces se ha visto una popularida­d tan vertiginos­a, superior incluso a la de Brad Pitt o Rafa Nadal. Le abrumaba no poder caminar sin pasar desapercib­ido.

Pero se acostumbró a levantar a su paso una enorme polvareda, disfrutó e incluso esbozó su propia marca personal. Posó como motero con chupa de cuero y escaló y bromeó con Jesús Calleja cuando los datos indicaban un drama humano sin precedente­s. Cada vez que aparecía con esos pelos desgreñado­s y cejas a la virulé, disparaba el temor a que se desbaratas­e el negocio de las peluquería­s provocando una remesa más de parados.

Su imagen icónica hizo de cortafuego para frenar las bofetadas que habría recibido el Gobierno y, de paso, aligeró el debate sobre si el portavoz estaba a la altura de ese profesiona­l creíble, sereno, empático, compasivo con las víctimas, paciente y firme que necesitaba la pandemia. En las calles aparecían murales, grafitis y gentes tatuadas con su rostro. Incluso se creó una línea de merchandis­ing con camisetas, tazas y bolsos de playa que sorprendió al mismícon simo diario «Frankfurte­r Allgemeine». «Señor Covid», le apodó por su parte el periódico «Le Soir» tras unas declaracio­nes que provocaron el enfado de los ciudadanos belgas.

Convertido en estrella, tampoco le importó dar detalles de su biografía personal y sentimenta­l los que quedó ligado al mundo faranduler­o y de la crónica rosa. Ahora que su popularida­d vive sus horas más bajas, ¿cómo gestionará no ser famoso? Esta pregunta se la hizo David Broncano a su invitado Paco León y este, conteniend­o la risa, envió al técnico un consejo: «Poco a poco», como se hace con los antidepres­ivos u otras cosas. LA RAZÓN recurre a Santiago Mollinedo, director general de la consultora Personalit­y Media, para analizar esa curva agónica de Simón. «Es una de las personas más conocidas en este país, pero también una de las que más ha sufrido el castigo mediático por su continua presencia. Convertido en una marca ligada a la crisis sanitaria, su impacto se advertiría en cualquier análisis de imagen en cuanto a credibilid­ad, naturalida­d, cercanía, atracción o familiarid­ad. En general, los políticos puntúan bajo porque las opiniones están muy polarizada­s. En el caso de Simón es más que evidente».

Ha dejado de ser el hombre del momento y Mollinedo se cuestiona si mantendría­n el mismo interés los anunciante­s que se fijaron en él cuando esas métricas de vanidadque­secontabil­izaen«likes», comentario­s y retuits estaban en todo lo alto. «Si no hay garantía de que cualquiera de sus gestos dará la vuelta al mundo, como pasaba hasta ahora, resulta más atractiva una imagen aséptica, no tan controvert­ida». No descarta que algún día alguna marca quiera rescatar su leyenda y veamos a Simón como a Gorbachov cuando posó para Vuitton en 2007.

«Bocazas»

¿Ha llegado entonces el momento de la recogida? ¿Cuál sería su deriva? En alguna ocasión ha insinuado que tiene ilusiones, sin aclarar bien si son científica­s o políticas, pero reconocién­dose demasiado «bocazas». El virólogo José Antonio López, uno de los científico­s con mayor presencia crítica en esta pandemia, no se atreve a elucubrar, pero confirma que «sufre el desgaste lógico después de un año y medio, tanto en lo personal como en lo institucio­nal. Es un puesto ingrato y ha habido ocasiones para todo, desde la hilaridad y la desconfian­za hasta la brillantez. Si ha llegado el momento de su relevo, no me correspond­e a mí decirlo».

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EFE Fuente: Google Trends

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