Ese aroma a la Euro 2008
En cuartos, en los penaltis, se ganó a Italia y empezó la época triunfal
España no se asomaba a las semifinales de una competición desde 2012, cuando se ganó la segunda Eurocopa, después de la primera y del Mundial de 2010. Desde entonces, comenzó una línea descendente y de decepciones hasta que ha llegado Luis Enrique y con su energía ha recompuesto a un equipo que ahora se mira en ese espejo de 2008: esa selección que tampoco sonaba como una de las favoritas, pero que rompió el molde y finalmente ganó el torneo.
Lo empezó a quebrar en ese partido de cuartos contra Italia que acabó con empate a cero tras los 120 minutos y en el que en los penaltis, por la tradición, por todo lo que había vivido España, nadie creía.
«No se si se pueden asemejar esos dos equipos», aseguraba ayer Koke, feliz, pero con la serenidad que transmite siempre vayan las cosas bien o mal: «Son generaciones diferentes y equipos diferentes». Aquella selección de
2008 venía de toda una vida de caídas en cuartos y penaltis fallados.
La Roja de Luis Enrique llegaba tras caer en el Mundial de Rusia de 2018, en ese encuentro soporífero de pases infinitos hacia ningún lado, que terminó también en penaltis. Fallaron Koke y Aspas y no paró ninguno De Gea, del que se empezó a desconfiar desde entonces. «Veníamos de tener mala fortuna en otros torneos y hay que continuar con lo positivo», seguía ayer en San Petersburgo Koke, que estaba en el banquillo cuando llegó el momento decisivo de las penas máximas. «Eso fue duro y por fortuna hemos podido ganar a Suiza en los penaltis»
Y eso, como en la Euro 2008, supone, no sólo la clasificación a las semifinales y por tanto que España ya está entre los cuatro mejores equipos europeos, es que la clasificación en penaltis significa, además, un empujón al ego de un equipo que ha sufrido mucho y un reconocimiento de que el grupo ha madurado.
Igual que en 2008.
En esa tanda histórica de penaltis que muchos aficionados ni quisieron ver Casillas paró el segundo a De Rossi y España, en el siguiente, se puso 3-1. Camoranesi hizo el 3-2 y Guiza falló el cuarto. El delantero se fue, desde el punto de penalti al centro del campo, casi llorando, sin mirar atrás, sin ver, por tanto, cómo Di Natale lanzaba y Casillas, como Unai Simón ayer, lo paraba.
Después Oyazarbal, es decir, Cesc, marcaba y la historia cambiaba para siempre.