La Razón (Cataluña)

Rivera será ponente de la regeneraci­ón en la Convención del PP

El ex líder de Cs mantiene una fluida relación con Génova e intervendr­á en una de las mesas del encuentro que celebrarán los populares en octubre

- Carmen Morodo -

El fundador de Ciudadanos (Cs) y ex presidente de este partido, Albert Rivera, sale de la lista de invitados a la Convención Nacional de octubre para ascender a la de ponentes. En la categoría de solo invitados se quedan los ex presidente­s del Gobierno José María Aznar y Mariano Rajoy. La dirección nacional cumplirá con su obligación protocolar­ia de hacerles llegar una invitación, pero con un formato que limite al máximo su protagonis­mo. Si pueden asistir, que sea para representa­r la unidad y su apoyo a Pablo Casado. Este nuevo PP ha aprendido de los errores del pasado y no quiere interferen­cias en la Convención ni ruidos que perjudique­n al objetivo de que ésta sea una plataforma desde la que potenciar el liderazgo de Casado y las siglas del PP en la Comunidad Valenciana. Un tradiciona­l feudo de los populares, que, a costa del desgaste de las mayorías absolutas y de los casos de corrupción, ahora está bajo la presidenci­a del socialista Ximo Puig.

Los preparativ­os de este cónclave, máximo órgano entre Congresos del partido, avanzan y a Rivera le han encontrado un sitio para tener voz y no sólo aparecer en una de las fotografía­s del acto. La justificac­ión es el carácter de foro abierto a la sociedad civil que Génova quiere imprimir a esta Convención. Una idea que no es nueva, porque ha estado ya en el ideario de las convencion­es anteriores, aunque esta vez intentan darle todavía más proyección y duración al debate por la vía de hacer que haya reuniones sectoriale­s previas al encuentro de toda la cúpula nacional y territoria­l en Valencia.

El fundador de Cs mantiene una buena relación con la actual dirección del PP, y desde su bufeque te colabora con el partido en los recursos de inconstitu­cionalidad y en otros temas de asesoramie­nto. Quien fuera su «número dos» como secretario de Organizaci­ón de Cs, Fran Hervías, está también ayudando a Génova en su operación de tocar los «puntos» calientes de la formación naranja para forzar la absorción que rechaza Inés Arrimadas y dejar en evidencia «la debilidad» de sus estructura­s territoria­les.

Hasta ahora, no se puede negar Génova ha acertado siempre en la diana en esta operación de dinamitar las estructura­s y la proyección electoral de Cs. El «fichaje» de Rivera para la Convención Nacional es otro golpe para Arrimadas porque lanzará al votante el mensaje de que las siglas de referencia de Rivera son ahora las del PP, y no las suyas propias. La jugada está muy medida en el plano táctico. Cs, como ocurre con todos los demás partidos de la llamada nueva política, tienen un proceso de explosión muy ligado a un liderazgo personalis­ta. Ciudadanos ha sido Rivera. Como Vox es Santiago Abascal. O Podemos ha sido Pablo Iglesias.

Que el máximo referente de un partido, que no es capaz de contener su sangría de voto por dejar de ser unas siglas útiles para sus votantes, se exhiba en la gran convención de la formación que fagocita a su marca es un movi

Aznar y Rajoy serán invitados a este foro, pero no está previsto que tomen la palabra ni tengan ningún papel

Génova quiere que sea una plataforma desde la que presentar a Casado como alternativ­a de gobierno sin tutelas

miento cargado de intenciona­lidad y de consecuenc­ias negativas para Arrimadas.

No hay que pasar por alto que Cs también ha convocado una convención política para los días 17 y 18 de julio. Se trata de la primera reunión de alto nivel que celebrará el partido en el momento de mayor crisis de su historia por los batacazos electorale­s en Cataluña y en Madrid y por su salida de los gobiernos autonómico­s de Madrid y de Murcia. La moción de censura en Murcia ha abierto un calvario para los naranjas que todavía no ha tocado su extremo más doloroso.

Génova concede tanta importanci­a a la Convención de octubre que comenzó a prepararla hace medio año, y en ella colaborará­n hasta 400 representa­ntes de la sociedad civil, con aportacion­es –dicen en Génova– para el programa de gobierno de Casado.

En este foro, el líder popular pretende presentars­e no como el jefe de la oposición, sino como una alternativ­a de gobierno. Su referente es la «fortaleza legislativ­a» con la que el PP de Aznar llegó en el 96 a La Moncloa, para implementa­r, si Casado gana las próximas elecciones generales, un «plan de choque» que tome como ejemplo el de aquel Gobierno. Hablan de reforma fiscal, de unidad de mercado, de pensiones sostenible­s, reforma sanitaria, educativa y hasta administra­tiva. Son palabras mayores, pero de todo esto hablarán, aunque sea en líneas generales, en la Convención del mes de octubre para que sea el contexto en el que poner en valor su alternativ­a de gobierno.

El PP da por amortizado el problema que le ha supuesto Ciudadanos desde su fundación hace más de quince años. Es un voto que consideran que están conquistan­do por la base, y, en sus cálculos, las próximas elecciones autonómica­s y municipale­s serán el fin de las siglas naranjas porque se quedarán prácticame­nte sin más sustento que los diputados que conservan en el Parlamento nacional.

La idea de que Rivera se siente en una de las «mesas» de la Convención Nacional del PP para hablar de regeneraci­ón democrátic­a, entre otros temas, está, además, cargada de significad­o para el «marianismo». Rivera ganó poder y llegó a convertirs­e en un quebradero de cabeza para el PP de Rajoy, y fue una de las razones de su creciente debilidad parlamenta­ria, precisamen­te porque consiguió arrebatar a los populares la bandera de la regeneraci­ón. La misma que ondeó Aznar para conseguir en el 96 el hito histórico de presidir el primer Gobierno del PP en democracia. Los escándalos de la etapa de Aznar, y de la etapa de Rajoy, fueron la principal razón de que Rivera llegara a soñar con disputar incluso el liderazgo de la derecha a los populares.

Así lo confirman los hechos que se han sucedido después, y así lo analizan en el seno del PP e incluso también dentro de la formación naranja. Sin la baza de la corrupción como tema principal de la agenda política, Cs se encuentra desarmada para competir como alternativ­a con los populares.

Rivera siempre mantuvo una distante y pésima relación personal y política con Rajoy. No había confianza y el ex presidente del Gobierno tenía además una pésima impresión del entonces líder naranja, que no ocultaba a sus colaborado­res. Nada que ver con la relación que Albert Rivera mantiene hoy con el PP que preside Casado.

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