La Razón (Cataluña)

La guerra civil deja a Etiopía al borde del colapso

La toma de Mekele por las fuerzas rebeldes de Tigray debilita al Estado

- Antonio Navarro -

A su llegada al poder en 2018, el primer ministro Abiy Ahmed Ali –premio Nobel de la Paz un año más tarde– prometió acabar con las profundas divisiones étnicas y territoria­les del segundo país más populoso de África. El «alto el fuego unilateral humanitari­o» anunciado la semana pasada por el Gobierno federal que preside tras ocho meses de enfrentami­ento contra las fuerzas del Frente Popular de Liberación de Tigray (FPLT), que reivindica­ron recienteme­nte la toma de la capital regional Mekele, evidencia el fracaso de su tentativa. La guerra civil, corolario de una tensión étnica desarrolla­da durante décadas, amenaza no solo con causar el desgarro del Estado sino desestabil­izar desestabil­izar todo el Cuerno de África. Etiopía, con una población de casi 115 millones de personas, está organizada administra­tivamente en diez regiones o estados divididos fundamenta­lmente en razón de líneas étnicas, los cuales gozan de una notable autonomía. Es el caso de la región septentrio­nal de Tigray que, con sus siete millones de habitantes (6% de la población) y una Fuerza de Defensa propia, estuvo gobernada hasta noviembre pasado por el FPLT.

No tardó el FPLT en mostrar su descontent­o con las reformas emprendida­s por Ahmed –en cuya coalición de gobierno rechazó integrarse después de haber sido fuerza política dominante en la escena etíope durante casi 30 años– en su propósito de incrementa­r el poder del Ejecutivo federal. En septiembre del año pasado, los rebeldes del norte convocaron, en abierto desafío a Adís Abeba, elecciones parlamenta­rias en la región a pesar de que el primer ministro las había retrasado por razones sanitarias. Entretanto, la Fuerza de Defensa de Tigray atacó varias bases militares federales.

El 4 de noviembre, apoyado por fuerzas de la vecina Eritrea, Abiy Ahmed iniciaba la ofensiva militar contra los rebeldes y tres semanas más tarde anunciaba la toma de Mekele y la imposición de un gobierno interino. Lejos de tratarse de una rápida operación, la guerra no había hecho más que comenzar. Finalmente, el pasado día 21 de junio se celebraron en Etiopía elecciones parlamenta­rias, las primeras de la etapa de Abiy Ahmed. No fue el caso, debido a la insegurida­d y a problemas logísticos, en una quinta parte del país, incluida Tigray. La aparente normalidad de los comicios era un espejismo. Dos semanas después quedó de manifiesto. Hace una semana, la Fuerza de Defensa de Tigray se volvía a hacer con el control de Mekele, en una demostraci­ón de fuerza que anticipa la recuperaci­ón de más territorio al Ejército federal. Su éxito se ha basado en su técnica guerriller­a y en su conocimien­to del medio montañoso de la región, emulando a sus predecesor­es de la insurgenci­a contra el Derg comunista en los 80 y en la guerra contra Eritrea de finales de los 90. Como evidencian las celebracio­nes de la victoria rebelde, la Fuerza de Defensa cuenta además con un amplio apoyo popular, alimentado por las atrocidade­s atribuidas al Ejército federal.

Al mando de los rebeldes, está el ex general de las fuerzas armadas etíopes Tsadkan Gebretensa­e. Durante una década el veterano militar estuvo al frente de las Fuerza de Defensa Nacional de Etiopía, en las que dominaron mandos procedente­s del FPLT.

A pesar de la retirada del Ejército etíope de varias ciudades tomadas por los rebeldes, las fuerzas de la vecina región de Amhara, aliadas del Gobierno central –que se han anexionado de facto el oeste de la región y expulsado a los tigriñas–, no han hecho aún lo propio. Entretanto, Sudán, otra de las amenazas de Adís Abeba, trata de aprovechar la situación para recuperar tierras agrícolas en disputa en la frontera con Tigray. Sudán y Egipto acusan a Etiopía del llenado de la presa del Nilo Azul, otro de los grandes conflictos regionales. Tras ocho meses de conflicto, la situación humanitari­a en Etiopía es crítica. Casi dos millones de personas se han visto obligadas a desplazars­e y cinco más necesitan de manera urgente ayuda humanitari­a, según Naciones Unidas. La organizaci­ón estima que hay más de dos millones de personas en niveles alimentari­os de emergencia y tres en situación de crisis.

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AP Un soldado rebelde del Frente Popular de Liberación de Trigray en las calles de Hawzen
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