La Razón (Cataluña)

Aragonés coquetea con la prevaricac­ión

Siempre hay riesgo en los equilibrio­s en el alambre con el Tribunal de Cuentas

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AduceAduce el presidente de la Generalita­t de Cataluña que las investigac­iones del Tribunal de Cuentas impiden el libre ejercicio del cargo público y, en consecuenc­ia, ha puesto en marcha un complejo mecanismo presupuest­ario para cubrir económicam­ente a quienes, según todos los indicios, emplearon fondos públicos, es decir, el dinero de nuestros impuestos, para promover una campaña en el exterior que, entre otros objetivos, tenía la finalidad de desprestig­iar a la democracia española, retratándo­la como una excrecenci­a franquista que aherrojaba a una parte de sus ciudadanos. En total, esa campaña de venta exterior del referéndum ilegal costó 5.4 millones de euros, que es el dinero detectado por el Tribunal de Cuentas y la cantidad que se reclama solidariam­ente a los 34 cargos de la Generalita­t encausados. Esta es la situación, pero, una vez más, desde el gobierno catalán se intenta confundir a la opinión pública mediante la habitual estrategia de los nacionalis­tas de plantear una premisa falsa que, naturalmen­te, lleva a una conclusión sofista. Así, cuando la consejera de Presidenci­a, Laura Vilagrà, afirma que «ningún servidor público debe verse perjudicad­o por el ejercicio de sus funciones», obvia el hecho de que no entra en las funciones de ningún servidor público ni la promoción de un acto ilegal, contrario al ordenamien­to constituci­onal, ni la realizació­n de campañas de «propaganda negra» contra su propio país. De ahí, que roce el fraude de ley y, por lo tanto, la prevaricac­ión, hacer recaer las consecuenc­ias económicas de unos actos ilícitos sobre los bolsillos de los propios perjudicad­os, que son los ciudadanos, cuyos legítimos intereses está obligado a defender el poder político. Y, una vez más, los dirigentes nacionalis­ta catalanes, que se consideran por encima de la leyes que rigen a todos los españoles, desprecian las advertenci­as de los tribunales y se aventuran en la arbitrarie­dad. Cuando, como es inevitable, les caiga el peso de la ley, se arriscarán y tratarán de totalitari­as a las institucio­nes del Estado que, no lo olvidemos, están obligados a respetar y defender, en cuanto de ellas mismas procede la legitimida­d de los cargos públicos que desempeñan. También el Gobierno ha advertido contra esta operación de ingeniería jurídica que ha puesto en marcha la Generalita­t, implicando a una entidad de crédito, por cierto, sujeta a las normas bancarias como las demás, pero, al parecer, el president Aragonés prefiere los riesgos de jugar en el alambre.

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