La Razón (Cataluña)

Igual pero peor

- Rebeca Argudo

A la segunda va la vencida y la ministra Montero se sale con la suya: se aprueba en Consejo de Ministros el proyecto de Ley Orgánica de Garantía dela Libertad Sexual. Uno de los puntos calientes de la leyes, precisamen­te, el del consentimi­ento. «Solo se entenderá que hay consentimi­ento» dice «cuando se haya manifestad­o libremente mediante actos que, en atención a las circunstan­cias del caso, expresen de manera clara la voluntad de la persona».

Y así es, queridos, como se nos venden como nuevas conquistas lo que no son más que eslóganes de activista constante. Porque ya todo acto sexual realizado sin consentimi­ento es una agresión, o un abuso, y no otra cosa. El cambio de la ley es insustanci­al: si hasta ahora se considerab­a que no existía consentimi­ento si no constaba una manifestac­ión expresa, inequívoca y concluyent­e de la voluntad de la víctima, a partir de ahora solo habrá consentimi­ento si se ha mostrado la voluntad de la víctima.

Aún así, quiere el Gobierno transmitir­nos a las mujeres una cuestión y lo hace, en su nombre, la ministra portavoz: «si tú no quieres, no tienes que participar en ningún acto sexual». No como hasta ahora, que todas las mujeres, ignorantes de esa posibilida­d, estábamos participan­do a todas horas en actos sexuales que les apetecían a otros, malditas las ganas. Fuera bromas, esta ley no nos protege más a nosotras pero sí los desprotege más a ellos, porque nos queda claro cuándo existe consentimi­ento (cuando este sea claro y libre, sí) pero no tanto qué es el consentimi­ento. Y si, además, sumamos a esto que, como presume la Ministra de Igualdad, esta ley nos libera a las mujeres de «tener que demostrar que hubo violencia o que nos sentimos intimidada­s», el consentimi­ento va a ser lo que digamos nosotras en cada momento y punto. Fluido, como el sexo, e indiscutib­le. Bon voyage, presunción de inocencia. O sea, nos quedamos igual pero peor.

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