Igual pero peor
A la segunda va la vencida y la ministra Montero se sale con la suya: se aprueba en Consejo de Ministros el proyecto de Ley Orgánica de Garantía dela Libertad Sexual. Uno de los puntos calientes de la leyes, precisamente, el del consentimiento. «Solo se entenderá que hay consentimiento» dice «cuando se haya manifestado libremente mediante actos que, en atención a las circunstancias del caso, expresen de manera clara la voluntad de la persona».
Y así es, queridos, como se nos venden como nuevas conquistas lo que no son más que eslóganes de activista constante. Porque ya todo acto sexual realizado sin consentimiento es una agresión, o un abuso, y no otra cosa. El cambio de la ley es insustancial: si hasta ahora se consideraba que no existía consentimiento si no constaba una manifestación expresa, inequívoca y concluyente de la voluntad de la víctima, a partir de ahora solo habrá consentimiento si se ha mostrado la voluntad de la víctima.
Aún así, quiere el Gobierno transmitirnos a las mujeres una cuestión y lo hace, en su nombre, la ministra portavoz: «si tú no quieres, no tienes que participar en ningún acto sexual». No como hasta ahora, que todas las mujeres, ignorantes de esa posibilidad, estábamos participando a todas horas en actos sexuales que les apetecían a otros, malditas las ganas. Fuera bromas, esta ley no nos protege más a nosotras pero sí los desprotege más a ellos, porque nos queda claro cuándo existe consentimiento (cuando este sea claro y libre, sí) pero no tanto qué es el consentimiento. Y si, además, sumamos a esto que, como presume la Ministra de Igualdad, esta ley nos libera a las mujeres de «tener que demostrar que hubo violencia o que nos sentimos intimidadas», el consentimiento va a ser lo que digamos nosotras en cada momento y punto. Fluido, como el sexo, e indiscutible. Bon voyage, presunción de inocencia. O sea, nos quedamos igual pero peor.