No existe un fondo para las pensiones
Las palabras del ministro Escrivá de que la generación del «baby boom» tendrá que pagar parte del ajuste del sistema de pensiones han desatado cierta indignación entre los afectados, quienes se sienten comprensiblemente engañados: durante toda su vida laboral han estado cotizando religiosamente al «fondo» de la Seguridad Social y ahora, en lugar de recuperar las cuantías que aportaron, se les castiga con un tijeretazo sin razón de ser. Acaso el error de este planteamiento sea obvio para el lector, pero por desgracia continúa estando lo suficientemente extendido como para que merezca una aclaración: no existe tal fondo al que los ciudadanos van cotizando mes a mes en preparación de su jubilación.
Aunque nuestras intuiciones y sentido común parecerían indicarnos que ahorrar para el futuro significa acumular activos reales o financieros de los que poder echar mano cuando ya no seamos capaces de trabajar (o no lo deseemos), la realidad es que la Seguridad Social no opera de ese modo. Las cotizaciones se le entregan mes a mes al Estado para que este se las transfiera, a su vez, a los pensionistas actuales: las gallinas que entran por las que salen.
No hay acumulación alguna de activos por parte de los trabajadores presentes, sino consunción de esos activos por parte de los pensionistas actuales. A lo sumo podríamos decir que los cotizantes adquieren un tipo específico de activo financiero: el compromiso (la deuda) del sector público de reembolsarles ciertas cantidades cuando se den ciertas contingencias (como la jubilación, la orfandad, la incapacidad o la viudedad). Sucede que ese título de deuda pública que cabría interpretar que adquieren forzosamente los cotizantes posee una naturaleza muy peculiar: por un lado, no se puede enajenar a terceros (como todos los restantes activos reales o financieros en los que se puede invertir); por otro, está sujeto a modificaciones unilaterales por parte del deudor sin que quepa considerarlas un evento crediticio, esto es, un impago parcial de esas obligaciones (por ejemplo, cuando se retrasa la edad de jubilación, el Estado incumple los compromisos originalmente adquiridos).
La realidad, por tanto, es que cada mes le entregamos más de un tercio de nuestro salario al Estado a cambio de que este se comprometa a intentar devolvernos algo no predeterminado en el futuro. Con tales mimbres, es lógico que muchos se sientan defraudados por los recortes que se anuncian, pero el origen de ese engaño se llama sistema de pensiones público y de reparto. Un sistema que, desafortunadamente, han defendido –y siguen defendiendo– muchas de sus principales víctimas.
Cada mes le entregamos un tercio del salario al Estado a cambio de que se comprometa a devolver algo indeterminado