Juana de Aizpuru: «Este ARCO está forzado»
La galerista muestra su recelo al inicio de la edición de la feria
Esta edición de ARCO llega desvaída, anímica de galeristas españoles y con numerosas flaquezas a pesar de que se ha aplicado un 30 por ciento de descuento (el metro cuadrado se paga a 300 euros). Ni siquiera sus grandes polemistas parecen entregados a generar controversia. Santiago Sierra, en Helga de Alvear, concurre con un trabajo antiguo, una serie de fotografías que retrata a veteranos de distintas guerras de cara a la pared, como si fueran alumnos castigados por su comportamiento. Pero tampoco ha encontrado su talla Eugenio Merino, en la galería ADN, uno de esos artistas que suele armar líos con sus protestas. Aquí se ha presentado con la maqueta de un proyecto; una escultura en bronce de una puerta giratoria que se supone que debe colocarse a escala original enfrente del Congreso de los Diputados. A este trabajo lo ha llamado «Monumento a la corrupción».
Una bolsa de basura
La crítica política de este artista se prolonga en otras ideas, como imprimir la declaración de los derechos humanos en una bolsa de basura o convertir una manta térmica, igual a la que entregan a los inmigrantes que son rescatados en el Mediterráneo, con la forma de un pasaporte. También ha escrito la expresión «In loving memory of Human Rights» en una urna semejante a la que se emplean para guardar guardar las cenizas de los difuntos. Una pirotecnia de ingenio que, en cambio, encuentra una buena salida en el «Guernica» de Ibarrola, pieza que merece la pena contemplarse, un mural extenso, de gran envergadura que es todo un homenaje a Picasso. Pero si hay algo sobresaliente es que esta edición coincide con el 40 aniversario de la galería Juana de Aizpuru. La veterana galerista, por supuesto, estuvo presente y también dejó claro cuál es su opinión sobre esta edición: «Está metida con calzador porque la pandemia no ha terminado. Es un contrasentido que nos pidan aislarnos, que mantengamos cierta distancia ente las personas y se celebre un evento cuya naturaleza es el encuentro. Esta feria es un contrasentido», asegura, con evidente descontento, a pesar de que su stand es generoso y cuenta, además de con un almacén, de una tienda en la que se puede adquirir obra gráfica de grandes artistas a precios abiertos a casi todo el público. «Ha habido presiones para que se celebrara», prosigue Juana de Aizpuru, quien parece no dudar cuando afirma con enorme rotundidad: «Esta ha sido una edición forzada, un verdadero contrasentido. Yo misma intenté sacar esta idea de la cabeza a algunos. ¿Para qué, después de tantos años para sacar hacia adelante este proyecto, nos vamos a arriesgar a un fracaso? Si hubiera sido otra feria, desde luego que no hubiera venido, pero, tratándose de esta, quise estar».
De Aizpuru reconoce además que a última hora se han animado los coleccionistas españoles y que asistirán a una feria que no se presenta con excelentes augurios en un principio. «También parece que algunos extranjeros se van a acercar», comenta sin demasiadas fuerzas en la voz.
Ni siquiera las obras que han presentado los artistas Santiago Sierra y Eugenio Merino tienen la pegada de lo polémico