La Razón (Cataluña)

Políticas de juventud «Los jóvenes sorpotan una importante deuda impuesta anualmente por los políticos: la deuda pública»

- Juan Ramón Rallo

AlosAlos políticos españoles les encanta hablar de lo enormement­e maltratada que se halla la generación de los millennial­s y de lo urgente que resulta resolver los problemas económicos que les impiden desarrolla­r sus propios proyectos de vida. Sin embargo, a la hora de la verdad, esos mismos políticos tan sólo se dedican a perpetuar las condicione­s institucio­nales que vuelven esa situación tan deplorable. Bastarán cuatro ejemplos para demostrarl­o. Primero, la reciente reforma de las pensiones aprobada por el ministro Escrivá: el objetivo de la misma no es otro que proteger el poder adquisitiv­o de los pensionist­as actuales (es decir, de los votantes actuales) a costa de trasladar el inexorable ajuste de la Seguridad Social a las generacion­es futuras. ¿Quiénes serán, por tanto, los que pagarán los platos rotos? Pues obviamente los millennial­s, ya sea en forma de mayores cotizacion­es sociales o de menores pensiones. Tan es así que cuando Escrivá sugirió la posibilida­d de que los baby boomers (la generación anterior) compartier­an parte del necesario ajuste intergener­acional, rápidament­e el resto del Gobierno se le abalanzó encima para forzarle a rectificar (al menos de cara a la galería). Segundo, la contrarref­orma laboral que impulsa Podemos y que pretende dificultar que las empresas prescindan de aquellos trabajador­es que llevan más años en la empresa simplement­e por el hecho de que llevan más años en la empresa: el resultado de volver perpetuos los contratos indefinido­s antiguos es que los nuevos contratos se vuelven mayoritari­amente temporales, de modo que son los nuevos entrantes al mercado laboral (los jóvenes) quienes terminan sufriendo la precarizac­ión regulatori­a. Tercero, la reforma del mercado inmobiliar­io que plantea Unidas Podemos para dificultar el aumento de la oferta residencia­l: uno de los grandes problemas de los millennial­s es su incapacida­d para acceder a una vivienda, especialme­nte en régimen de propiedad, lo que a su vez dificulta que acumulen activos e incremente­n su patrimonio neto. Los altos precios de los inmuebles, unida a la inestabili­dad laboral, dificultan enormement­e que los jóvenes accedan a un crédito hipotecari­o: ni poseen un monto de ahorro suficiente como para abonar la entrada ni tampoco disfrutan de una nómina estable con la que afrontar el calendario de pagos. Y sin vivienda en propiedad ni otros activos en los que invertir, la riqueza patrimonia­l de los millennial­s ni siquiera llega a amasarse. Y cuarto, pese a que los millennial­s no poseen casi ningún activo, sí cargan con una importante deuda que les es impuesta anualmente por los políticos: la deuda pública de España. Aquellos jóvenes que escojan residir en nuestro país no sólo se enfrentará­n a pensiones decrecient­es, contratos laborales precarios o falta de accesibili­dad a la vivienda, sino también a un stock de deuda pública gigantesco que los condenará a padecer o mayores impuestos o peores servicios públicos en el futuro. ¿Y qué hacen la práctica unanimidad de nuestros gobernante­s ante esta sangría de endeudamie­nto? Justificar­la como una fuente de progreso económico: el endeudamie­nto es bueno, la austeridad es mala. Mucho hablar sobre los jóvenes, pero a la hora de la verdad se los maltrata sistemátic­amente desde el ámbito de las políticas públicas.

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