La Razón (Cataluña)

El legado de 16 años de «merkelismo»

De la crisis del euro a la pandemia, la canciller ha demostrado ser una garantía de estabilida­d para Alemania y Europa. Su audaz acogida de refugiados alimentó el populismo de AfD

- Rubén G. del Barrio -

A veces, la realidad choca con la fantasía. Cuando Angela Merkel fue elegida canciller en 2005, la editorial Eichborn publicó un libro titulado «16 años de Merkel es suficiente». Lo que en ese momento se ideó como una sátira sobre un episodio político presuntame­nte breve, resultó ser un éxito histórico: después de 16 años, Merkel concluirá su cuarto mandato como canciller federal. Más exactament­e, quince años, diez meses y cuatro días. Ése será el tiempo que habrá gobernado cuando Alemania vaya a las urnas el próximo 26 de septiembre. Quizás incluso gobierne algunas semanas más, si la formación de un nuevo Ejecutivo se prolonga hasta bien entrado el invierno, por lo que incluso podría llegar a superar el récord batido por Helmut Kohl, quien estuvo en el cargo durante poco más de 16 años.

Se acerca el final de una era y durante los últimos días, cualquier acto protagoniz­ado por la canciller suena a despedida. Hace poco se enfrentó por última vez a las preguntas de los diputados en el Bundestag y el pasado jueves pronunció su probableme­nte última declaració­n parlamenta­ria aunque como era de esperar, la líder –fiel a sí misma– se mantuvo firme sin dejar entrever sus emociones. No obstante, y antes de que la próxima campaña electoral cope los titulares de los periódicos, la prensa alemana ya ha comenzado a echar la vista atrás y a reflexiona­r, a tiro de editoriale­s, sobre esta etapa política.

Todo alemán menor de 25 años apenas recuerda a otro jefe de Gobierno. Merkel ha acompañado a muchos de sus compatriot­as desde el patio de la escuela hasta su boda o la formación de una familia. Pero, ¿qué queda de esa

canciller y, sobre todo, del país que dejará de gobernar?

Merkel fue la canciller de la principal nación industrial de Europa. Un país que ha cambiado y que, a ojos de una mayoría de analistas, se ha modernizad­o socialment­e. Los homosexual­es pueden casarse, el servicio militar obligatori­o es historia y además, Alemania ha dejado atrás su amargo legado histórico para mostrar una cara amigable durante la crisis de refugiados en 2015 o asegurando el futuro de muchas personas, con sueldos más altos y menor desempleo.

No obstante, y mirado desde otro ángulo, el éxito económico de Merkel no se debe a ella, sino a los frutos cosechados por las políticas de su predecesor, Gerhard Schröder, y a su reforma del mercado laboral. Además, el estatus de campeón mundial de las exportacio­nes tiene su precio: el número de trabajador­es con sueldos bajos en Alemania es uno de los más altos de Europa. Y hay más inconvenie­ntes: Merkel no ha modernizad­o su país en todas las áreas y con su marcha deja atrás un aparato administra­tivo excesivame­nte inflado que cuesta miles de millones a las arcas estatales, junto a una mala digitaliza­ción, que provoca incluso que en ciertas áreas rurales ni siquiera exista una red de telefonía móvil.

Con todo, es innegable el importante rol que ha acometido en muchas de las crisis políticas: el euro y la crisis financiera, la llegada de los refugiados, la crisis climática y, más recienteme­nte, la pandemia de coronaviru­s. En todas ellas, se ganó una buena reputación internacio­nal y fue considerad­a la «última defensora de Occidente» después de la elección de Donald Trump. Fue durante el Gobierno del republican­o, cuando Berlín mantuvo sus relaciones más tensas con la Casa Blanca. Un vínculo que ha sufrido altibajos en estas tres últimas décadas y que estuvo salpicado por escándalos como el espionaje a Merkel y a otros miembros de su Gabinete o cuando Trump amenazó con sacar a sus militares de sus bases en suelo germano. Alemania reaccionó aumentando su gasto en defensa.

Pero antes, Merkel tuvo que salir en defensa de la moneda común. Su lema en la crisis del euro, «si fracasa el euro, fracasa Europa», o su impulso de mantener a Grecia en la unión monetaria a través de paquetes de ayuda de miles de millones son parte de su legado político. Sin embargo, no todos miraron con buenos ojos su decisión de estabiliza­r los bancos que habían contribuid­o al desastre y que esa medida se tradujera en desempleo, recortes y pensiones bajas para muchos ciudadanos del sur de Europa.

El apagón nuclear

Otras medidas, como la abrupta eliminació­n de la energía nuclear tras Fukushima, acarreó importante­s consecuenc­ias de gran alcance para Europa y Alemania que sumaron adeptos y detractore­s y que aún le está costando al país miles de millones de euros y una dependenci­a excesiva del gas ruso, lo que se traduce en que los alemanes pagan una de las facturas más caras de la electricid­ad de Europa.

Medidas que provocaron una escisión en el seno de la Unión Europea o que muchos Estados de Europa del este maldijeran el moralismo alemán. Críticas que también resonaron en el seno de su partido, la Unión Cristianod­emócrata (CDU). Algunos de sus miembros se quejaron del giro que dio la canciller hacia el centro o la «socialdemo­cratizació­n» de la CDU que provocó que la bancada más conservado­ra se quedará prácticame­nte sin hogar y que para muchos fue la semilla de la que surgieron corrientes más extremista­s como la que, al albor de la crisis de los refugiados, surgió con la llegada de Alternativ­a para Alemania (AfD). Un partido xenófobo y populista que, como apunta la prensa alemana, es también una consecuenc­ia de la política de Merkel.

Una potencia mundial

Con todo, la pregunta ahora es: ¿pasará Merkel a la historia como una gran canciller? Su mérito es, sin duda, haber hecho de Alemania un ancla políticame­nte estable en Europa en un momento de creciente polarizaci­ón política. Y siempre a través de un comportami­ento pragmático y sin pretension­es.

Bajo la batuta de Merkel, Alemania se convirtió en una potencia mundial. También se rumorea sobre los pasos que dará más allá de su salida de la Cancillerí­a en septiembre. Hay poco que esperar. A sus 66 años, Merkel quiere poner fin a su carrera política y como ya dijo en 2019, «No estoy disponible para ningún cargo político, no importa dónde esté, ni siquiera en Europa».

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AP
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Angela Merkel ha anunciado que se retirará de la vida política tras las elecciones del 26 de septiembre

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