Cólera contra Mahmud Abas en Cisjordania
La muerte del activista e influencer Nizar Banat tras recibir una paliza de las fuerzas de seguridad enciende la calle
Con el regreso a la frágil tregua entre Israel y Hamás en la franja de Gaza, la ebullición se expandió a Cisjordania. El 24 de junio, las Fuerzas de Seguridad de la Autoridad Nacional Palestina (ANP) arrestaron y golpearon sin piedad al activista crítico Nizar Banat, que ante sus miles de seguidores en redes sociales denunciaba la corrupción y el autoritarismo del Gobierno de Mahmud Abas. Horas después, las autoridades sanitarias anunciaron su muerte. A la mañana siguiente, se convocaron protestas masivas en pleno centro de Ramala y Hebrón. Entre los lemas que cantaban los presentes, destacó uno: «El pueblo quiere la caída del régimen» palestino.
El asesinato de Banat fue el catalizador de un descontento popular que viene de lejos. En mayo, Abas postergó por enésima vez las elecciones internas palestinas, alegando esta vez la prohibición de Israel de permitir colocar urnas para los residentes de Jerusalén Este. No obstante, sus detractores lo achacaron al temor del veterano líder de Al Fatah de perder el poder. Su mandato expiró en 2009, y ante la creciente popularidad de Hamás, apostó por postergar los comicios. Banat se postuló a las elecciones en una lista alternativa.
El «rais» apostó por reprimir las protestas con mano de hierro. Desde finales de junio, los palestinos de Cisjordania no afrontaron la represión militar israelí en disturbios ante los «checkpoints», o las apariciones de los mista’arvim (agentes secretos), que disfrazados de árabes detienen a manifestantes. Agentes de policía de la ANP, junto a pandillas de leales a Abas, atacaron con dureza a la juventud que exigía responsabilidades por el asesinato de Banat. Se centraron especialmente en censurar y agredir a la Prensa. La periodista Faten Elwan, habituada a informar en situaciones de alto riesgo, contó que por primera vez temió por su vida. «Se me acercó un policía, que me sacó el smartphone de mi mano mientras filmaba y empezó a empujarme», contó a la «+972 Magazine». Como condición para devolvérselo, le exigieron que se pasara al lado de los manifestantes, y que no filmara a los agentes. Pero decidió retirarse cuando empezaron a disparar hacia la gente.
Otros periodistas fueron salvajemente golpeados, y algunas reporteras denunciaron que tras confiscar sus teléfonos, se colgaron fotos suyas en redes sociales para amedrentarlos. También denunciaron múltiples agresiones sexuales. Los agentes secretos y los matones de Al Fatah se dividían en grupos de 20 o 30 hombres, y desde el centro del meollo empezaban los golpes y arrestos aleatorios. Otra estrategia fue organizar espontáneas concentraciones de apoyo a Abas. Bajo el pretexto de evitar la colisión de las dos marchas, la Policía y los agentes infiltrados se cebaban con los manifestantes anti-ANP.
El 26 de junio, el sindicato de periodistas palestinos pidió boicotear todos los actos de Abas y del resto de autoridades. Para el analista Moeen al Taher, la estrategia de Al Fatah fue intentar mostrar lo ocurrido como una batalla entre facciones, que provocó una división en la calle palestina. «Esto supone un enorme riesgo para el movimiento nacional. Bajo la premisa de que se pretendía sabotear a la ANP, se decidió suprimir la protesta, que generalmente fue pacífica», apuntó. La joven estudiante Rita Ammar, que participó en las movilizaciones, aseguró que «afrontamos una nueva realidad de asesinatos políticos».
Tras apuntar que los agentes secretos de la
ANP utilizan los mismos métodos que las fuerzas israelíes para practicar arrestos, dijo que en Ramala «fuimos golpeados con barras de madera, piedras, y gases lacrimógenos». Ahora, el «enemigo» está dentro: «Es doloroso y confuso, ya que cualquier vecino o taxista en tu entorno puede ser usado por la ANP para reprimirte».
Dada la dura represión, la ONU y EE UU mostraron su «preocupación profunda» por los informes sobre «miembros no uniformados de las fuerzas de seguridad agrediendo a manifestantes y periodistas».
Esto ocurre poco más de un mes tras la primera visita del secretario de Estado norteamericano, Antony Blinken, a Israel y los territorios palestinos, donde prometió la entrega de 75 millones de dólares de ayuda. Blinken afirmó que «trabajaremos estrechamente con nuestros socios para garantizar que Hamás no se beneficie de la ayuda para la reconstrucción [de Gaza]».