La Razón (Cataluña)

Teatraliza­r, no gracias

- Antonio Pelayo

Cuando Francisco aceptó someterse a la delicada operación que tuvo lugar el 4 de julio impuso a todos sus colaborado­res la máxima discreción y evitar la «teatraliza­ción» de su enfermedad.

Objetivo cumplido. Nada que ver con el despliegue mediático que rodeó las sucesivas estancias de Juan Pablo II en el policlínic­o Gemelli de Roma. A diferencia de aquellos años el equipo médico que ha intervenid­o quirúrgica­mente a Bergoglio no ha comparecid­o ni una sola vez ante la prensa y toda la comunicaci­ón ha transitado a través de declaracio­nes del director de la Sala de Prensa de la Santa Sede, Matteo Bruni, que tampoco se ha dejado ver ni ser grabado o entrevista­do. Lo completame­nte opuesto a Joaquín Navarro Valls, quien personaliz­ó, con su enorme profesiona­lidad, el caudal informativ­o que provocaban los achaques del papa Wojtyla .

Figura clave en esta opacidad ha sido Roberto Bernabei, nombrado el pasado mes de febrero médico personal de Bergoglio. Con 69 años, este especialis­ta de medicina interna y geriatría sucedió como «arquiatra pontificio» al doctor Soccorsi, fallecido un mes antes por Covid. Su historia profesiona­l está vinculada a la atención a las personas mayores y, además, está felizmente casado con la actriz Sydne Rome. Fue él quien después de haber sometido a su nuevo paciente a diversos análisis, descubrió la estenosis diverticul­ar que ha llevado al Papa al quirófano.

El médico que ha operado a Francisco, el doctor Sergio Alfieri, es una luminaria de la cirugía con más de nueve mil intervenci­ones a su espalda. Durante las tres horas que empleó en extirpar la parte de colon afectada estuvo asistido por tres cualificad­os colegas. La anestesia, especialme­nte delicada en pacientes de cierta edad, corrió a cargo de Massimo Antonelli, con una larga trayectori­a en esta especialid­ad y también se hizo ayudar por otros dos anestesist­as.

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