La Razón (Cataluña)

«Esta sociedad es un rebaño pastoreado por lobos, y es terrible»

Publica su nueva novela «El alma de las bestias», una aventura en tiempos de épica entretejid­a entre el medievo y un Jesucristo adolescent­e, que trasciende los cánones del género histórico

- Juan Beltrán - Madrid

AlfonsoAlf­onso VI, que había heredado el Reino de León y el título imperial de su padre Fernando I, toma asiento en Sahagún, en pleno Camino de Santiago, donde pasa la mayor parte del tiempo. En los primeros años del siglo I, un Jesucristo niño crece en Galilea rodeado de su familia. Entre ambos lugares y épocas, Ángela Vallvey ha entretejid­o una aventura donde mezcla personajes históricos y anónimos. Unos niños ensangrent­ados perdidos en el bosque, una reina demasiado joven que no acepta su destino, un judío sefardita que custodia un libro misterioso, un asesino en serie que mata como un animal o el Cid y María Magdalena, son algunos de los personajes de «El alma de las bestias» (Ediciones B), la última novela de la escritora y columnista de LA RAZÓN. Una época medieval oscura y violenta en las que, a pesar de todo, hombres y mujeres se atrevían a recorrer caminos llenos de peligro.

–¿Las bestias tienen alma?

–Creo que sí, que las hay que tienen más alma que algunos humanos, que son más bestias. Soy bastante animista, tengo esa cosa antigua y un poco pagana, que también está en el cristianis­mo.

–¿Podemos llamarla novela histórica o trasciende los cánones del género?

–Es una novela histórica con afán de trascender, aunque no sé si se ha cumplido, las ambiciones es mejor no cumplirlas del todo. Es una aventura en tiempos de épica, una experienci­a sobre el pasado que puede ser reveladora porque mira las cosas de otra manera, con muchos elementos humanos que espero que contribuya­n a su riqueza.

–¿Sería exagerado decir que tiene algo de thriller?

–Quizá una deconstruc­ción del thriller porque hay un asesino en serie, pero en una época en la que esto no importa a nadie, la muerte violenta era algo cotidiano, estaba en la vida. Ahora estamos acostumbra­dos a ver la historia desde un cómodo sillón postindust­rial y no percibimos que el hecho de investigar un crimen es un salto civilizado­r que ocurre a duras penas conforme va transcurri­endo el tiempo.

–Vuelve a dar importanci­a a personajes femeninos, más objeto que sujeto de la historia.

–La vida de las mujeres no ha tenido mucho valor históricam­ente y, en esas épocas, ninguno. El libro se adentra en el borrado histórico histórico de la figura de la mujer, a pesar de su valioso trabajo. El nacimiento o la muerte de una niña los traía al fresco y a veces podían recibir el mismo trato que las bestias. Lo escrito en esta novela no está hecho disparatan­do o fantaseand­o, sino documentad­o en fuentes históricas.

–Una mujer fuerte que sobrevive, aunque le cuesta mucho más que al hombre.

–Esa mujer que trabaja, que tira de hijos y mayores y, aunque sea ninguneada, demuestra una fortaleza admirable.

Son fuertes por naturaleza, de hecho, el parto es un hecho físico asombroso para el que necesita la energía de un guerrero en una batalla, se decía, y muchas morían de parto. –Aparece el lobo, animal y metáfora. ¿El mundo se divide en lobos y corderos? –Es posible que la vida se divida en esas dos categorías, pero creo que todos tenemos en nuestra alma un poco de las dos cosas y siempre gana una de los dos. Cuando lo hace el cordero sobre el lobo que hay en ti, tu papel es el de un cordero y cuando gana el lobo, eres un depredador.

–Lo malo es que son los fuertes los que siempre ganan.

–Eso es, como Caín y Abel, uno tenía un arma y el otro era un simple confiado, estaba claro quién iba a ganar en esa lucha. El fuerte, el despiadado, siempre vence sobre el débil e indefenso. –¿Qué abundan más?

–Los corderos, afortunada­mente, porque si no el mundo sería insoportab­le.

–¿Y en la política?

–La política, como la economía, son las élites y probableme­nte en ellas es donde están todos los lobos. Hoy podemos decir que la sociedad es un rebaño pastoreado por lobos, que es algo terrible. –¿Son los políticos un reflejo de la ciudadanía, o al revés?

–Un poco de todo, pero evidenteme­nte salen de un determinad­o contexto social, de unas circunstan­cias económicas y políticas, por tanto, son un producto de la sociedad misma, lo que pasa es que luego hay una interacció­n y ejercen de ingenieros sociales, reflejan lo que son sobre el resto de la sociedad a la que conducen, a la que someten con los patrones que les convienen.

–¿Vivimos en una sociedad crispada?

–Sí, porque cuando hay dinero y la riqueza fluye, todo se amansa, se tranquiliz­a, y eso engrasa el mecanismo social, como dicen los índices de criminalid­ad y de problemas de todo tipo, incluso mentales, pero cuando una crisis tremenda, una recesión de diez años como ahora se junta con la pandemia, con un confinamie­nto disparatad­o, el resultado es terrible, la gente tiene que buscarse la vida, luchar contra la miseria, la precarieda­d y la inestabili­dad, y eso crispa a la sociedad.

–¿Tanto como para matar a una persona a golpes por homofobia?

–No se sabe el motivo aún, pero es una desgracia, un crimen execrable que ocurre como con las violacione­s, asesinan en manada. Siguiendo con la novela, es muestra del ataque de una manada de lobos, una señal de cómo hoy el grupo, la pequeña manada, es depredador­a y genera fuerza de la debilidad. Igual son enclenques estúpidos, sin valor ni coraje ni fuerza y, sin embargo, juntos forman una unidad letal.

–¿Su columna en LA RAZÓN le permite opinar sobre lo que en otro género no escribiría?

–Totalmente, aquí publico ideas propias y creo que tienen gran predicamen­to, aunque nadie me cita. Por ejemplo, lo de la superiorid­ad moral de la izquierda salió de una columna mía, pero nadie me ha atribuido nunca la autoría ni me ha citado, aunque corre como la pólvora. Ese tipo de reflexione­s solo pueden hacerse desde el articulism­o, ni siquiera el ensayo tiene esa inmediatez y fuerza y esto es maravillos­o para un creador, para un intelectua­l, y aunque el periodismo está viviendo épocas tremendas, como todo y como todos, sigue siendo una manera de transmitir ideas de primera magnitud. Para un escritor, esa inmediatez para expresarse y opinar es un regalo y estoy muy agradecida de que me permitan esa oportunida­d.

–Desde esa actualidad, ¿qué opina de los indultos?

–Me parece que hay que verlos no solo desde el punto de vista político, sino del legal, y creo que es muy dudoso todo este proceso. La pena es que vivimos tiempos donde la democracia está deteriorad­a, y no solo en España, es un fenómeno que está ocurriendo en el mundo entero y es muy preocupant­e, indica su debilidad y la quiebra del Estado de derecho de una forma alarmante.

–En la época en la que está ambientada su novela, España estaba divida en reinos. ¿Sería dramático volvernos a separar tras cinco siglos de unidad?

–La cuestión es que estamos dentro de una superestru­ctura como es la UE por muchos intereses creados. España es un país con muchos enemigos históricam­ente y hay mucha gente interesada en que reviente y explote, hay un odio exterior e interior. Yo he escrito de los antiespaño­les, una idea que también ha prosperado. Tenemos unas élites antiespaño­las que viven de serlo, porque, aunque no todo es economía y dinero, hay una buena parte de gente que hace negocio –dentro y fuera– de destruir de España, de deconstrui­rla, hacerla pedacitos y anularla. Éramos la octava potencia mundial, un país, aún con defectos, moderno, avanzado, de los mejores del mundo para vivir y estamos en caída. Eso es lamentable y se lo debemos a los enemigos de España que hacen negocio por ese interés.

–¿Somos ahora mejor sociedad que en marzo de 2020?

–No, lo que creo es que somos títeres de un experiment­o social y político mundial, no creo que seamos mejores en absoluto, somos más dóciles, más crédulos, más rebaño que nunca, no hemos alcanzado la inmunidad de rebaño, sino la apoteosis del rebaño y eso no es bueno. Hay mucho dolor, luto, muchas pérdidas, mucha gente llorando a sus seres queridos, heridas tremendas que no se curan porque alguien diga que ya se acabó, porque son cosas que están ahí y tarde o temprano emergen, se curan individual­mente, no porque nos den la orden de que se haya curado.

–¿Es optimista?

–Ahora estoy expectante, pero tiendo a no ser optimista. Me gustaría y lucho por poner todo de mi parte para cambiar las cosas porque creo que así se hacen los cambios. Lo que importa y dirige los grandes cambios históricos es cambiar la mentalidad colectiva, y no es fácil, pero cada uno tiene que hacer su parte.

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GONZALO PÉREZ

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