La Razón (Cataluña)

Pasión y drama

Los penaltis callaron Wembley y a una afición de fiesta todo el día

- José Aguado

Los penaltis acabaron con la fiesta y dejarán un mal recuerdo en los hinchas ingleses. Otro mal recuerdo. Fue un día largo, alcohólico y festivo para muchos jóvenes (casi todos hombres) que celebraban haber llegado a la final tras tantos años de decepcione­s. Casi el ciento por ciento de los que bebían en la calle y tiraban conos y botellas de cristal al cielo no habían nacido en 1966 y su afición al fútbol ha estado, y seguirá estando, jalonada de fracasos de su selección en las competicio­nes internacio­nales. Llegar a la final era un motivo de fiesta. «Tenía un año cuando ganamos el Mundial y es un sueño que nunca pensé que fuera a sucede. Estoy como un niño en Navidad. Es la mejor sensación. Tuve que venir a pasar el día, no podía perderme esto», decía un hincha entrevista­do por las agencias internacio­nales.

Las imágenes del metro de Londres, horas antes del partido se pueden ver desde dos puntos de vista: el de los que estaban dentro, con los vasos medio llenos de bebidas que no eran agua,

felices y saltando de vagón en vagón, abrazándos­e con desconocid­os; y el de los que lo vemos desde fuera, asombrados de tanta camaraderí­a, falta de mascarilla­s y distancia social. Faltan semanas para comprobar cuánto ha afectado el fútbol a que la variante Delta del coronaviru­s se extienda. Pero lo visto da a

entender que reducir, no se va a reducir,

Las imágenes de las calles, que corrieron por las redes sociales ya eran poco edificante­s. Había zonas de la ciudad en la que parecía que se había vivido una guerra y en la que los operarios de limpieza van a pasarse el día de trabajo.

Pero las peores imágenes ocurrieron ya cuando se acercaba la hora del partido y la multitud se acercaba al estadio. Eran 65.000 con bengalas, cánticos y que llevaban todo el día bebiendo. Alrededor de dos horas antes del partido, los hinchas rebasaron a los guardias de seguridad y llegaron a la explanada que rodeaba el estadio, mientras se lanzaban botellas desde fuera del perímetro.

«Los responsabl­es de seguridad de Wembley han confirmado que no hubo ninguna infracción de seguridad por parte de personas sin entradas que entraran en el estadio», aseguró la policía metropolit­ana en las redes sociales. Aunque en muchos vídeos que circularon por las redes sociales, varios aficionado­s llegaban a las escaleras que daban al estadio y entraban sin demasiados problemas.

Luego, en el estadio, no hubo problemas de comportami­ento. Sólo un espontáneo que saltó al campo e hizo parar el encuentro. Las cámaras de televisión siguieron la norma que se ha impuesto desde hace tiempo y no dieron ni una imagen de lo que sucedía en ese momento sobre el césped.

Fue un momento de respiro para los hinchas en un partido más tenso que bonito. La mayoría inglesa había empezado el choque entonando el «Sweet Caroline», que es la canción que les ha acompañado durante la Eurocopa. Eran más y mucho más ruidosos que los italianos.

Pero el gol del empate cambió el ánimo. La grada azul se vino arriba y ya los penaltis y la victoria sonaron como el Maracanazo. Italia había conquistad­o la tierra inglesa.

Los italianos hacían menos ruido, hasta que ganaron. Fue un «maracanazo» en Inglaterra

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La pasión que se vivió todo el día en Inglaterra también se vio en Wembley

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