La Razón (Cataluña)

Calma antes de la tormenta

Konrad gana la etapa y Pogacar ni se inmuta en la previa «del día más duro del Tour»

- Ainara Hernando

Arranca la última semana del Tour y cuando las cámaras se encienden y el mundo empieza a ver la etapa parece que lo hace aburrido y abotargado. Es el camino hacia los Pirineos en una etapa que empieza bajando de las montañas. El mundo al revés. Cosas del ciclismo moderno. De Pas de la Casa, a más de 1.100 metros en Andorra, de donde salen los ciclistas abrigados y tras el largo descenso y la entrada de nuevo en Francia, la carrera se para y todos se despojan de sus cortavient­os y ropa de abrigo. Despojados, el pelotón siente el fresco y la mejor forma de entrar en calor encima de la bici es sencilla: dándose leña.

Sucede eso, con las cámaras aún dormitando, el espectador ciego. Un inicio fulgurante, una pelea encarnizad­a por la fuga que en el paso por el primer puerto, el Col de Port, no se forma y siguen, pues, los palos, y de repente, la tensión se acelera pues Pogacar, el líder sólido, empieza a verse con menos compañeros de los debidos a esas alturas. Rafal Majka, Mikkel Bjerg y Vegard Stake Laengen, los primeros de sus obreros llamados a remar y protegerle han desapareci­do producto del vertiginos­o ritmo. Quedan más de 80 kilómetros por delante. Le quedan, eso sí, cuatro compañeros todavía.

Tiene suerte Pogacar, como todo buen campeón que se precie, porque en el siguiente puerto, el Col de la Core, se forma la numerosa fuga que va a calmar las cosas por detrás y permitirle respirar en el camino hacia los Pirineos, a la hora de la verdad, para la que se siente más que preparado. Pero siempre es mejor no gastar de más. Por delante se marcha un grupo de calidad, como acostumbra en este Tour cada fuga, en la que se acabará repartiend­o el premio final, y ahí de nuevo hay un español. Alex Aranburu. El que, dicen, es uno de los corredores más perfectos e idóneos para este ciclismo moderno. Mirada marina a juego con su maillot de Astana. A juego, también, con el azul Movistar que vestirá el año que viene. Estandarte, ya se lo ha dicho Pascual Momparler, de la selección española para el próximo mundial a disputar en Flandes tras la Vuelta a España. Ciclista con chispa, vertiginos­o, hábil y muy vivo. Ha sido séptimo en su primera Milán-San Remo, sexto en la Omloop y ha ganado una etapa de altura y frío en la pasada Itzulia. Pero Aranburu, ciclista del profundo Goierri vasco, de Ezkio, está debutando en el Tour y eso se nota.

Todo es nuevo para él. También este salvaje ritmo que no perdona ni espera a nadie y por el que al final claudica ante un tremendo Patrick Konrad, que acaba por darle la segunda victoria al BoraHansgr­ohe, demostrand­o que, una vez se marche Sagan a final de año, al equipo alemán le queda mucha vida más allá del eslovaco. A Aranburu le falta todavía esa experienci­a, que será cuestión de tiempo que le llegue para convertirs­e en un auténtico cazador. «No tenía fuerzas para más». Sexto termina. Lección de futuro.

Entre los favoritos reina la calma hasta que llega el repecho de 800 metros de Aspret Sarrat. El Cofidis de Guillaume Martin quiere movida y arranca. Y Van Aert, que se apunta a todas las fiestas, los ve y se anima también a moverse. Una serie de calidad camino de los Juegos de Tokio, donde será el máximo favorito y, de paso, una mano a su líder Vingegaard para tratar de poner en apuros a Pogacar antes de las dos jornadas cruciales pirenaicas.

Pero el maillot amarillo responde y seca la rebelión sin apenas despeinars­e un mechón de esos rubios suyos que se le adivinan entre el casco. Su cabello es como él, está deseando que lleguen otra vez las montañas para volar libre. Al final es Pogacar, con su insultante facilidad, quien salta y entra en meta entre sonrisas. Hoy, camino del infernal Col du Portet, con el Peyresourd­e y el Val Louron de por medio las caras serán diferentes. Ya lo avisa el líder: «Mañana va a ser el día más duro del Tour». Y se espera lluvia. Llega la batalla final.

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EUROPA PRESS Pogacar entra en meta, relajado y sonriente, por delante de Vingegaard y Rigoberto Urán
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