La Razón (Cataluña)

Patria, vida y 5G

- Alejandra Clements

HoracioHor­acio Forquet se fue de Cuba en una balsa buscando un horizonte. Lo encontró en Puerto Rico donde recomenzó su vida, se convirtió en profesor de Física en la Universida­d, conoció a la que sería su mujer, tuvo dos hijas con ella y sufrió la «condena del desarraigo», ese sentimient­o de «refugiado perpetuo», y también el «amable engaño de un soñado retorno». Horacio Forquet no existe, pero es muy real. Es uno de los personajes, arquetipos del crisol cubano forjado por años de dictadura, que Leonardo Padura plasma en su novela «Como polvo en el viento», en la que refleja, con crudeza y honestidad, las aristas de las elecciones vitales en torno a la isla (marcharse, quedarse, claudicar o rebelarse), atravesada­s todas por la asfixia política, económica y social. La ficción conectada con la realidad para explicarla, para entenderla, mostrando también el enlace invisible que hace sentir como propio el drama de los cubanos exiliados allí donde estén. Muchos eligieron España por razones históricas, familiares o emocionale­s. Una íntima alianza que, en una especie de recorrido inverso al del 98, desarrolla una empatía más profunda que termina, a veces, en una deslocaliz­ación de la política española: cuando el debate se instala en La Habana. Vuelven las respuestas tibias de algunos ante la represión a las protestas pacíficas y se hacen distincion­es frente a la falta de libertades con un extraño medidor ideológico. Mientras, como si no hubieran pasado seis décadas y tres tiranos, reencarnán­dose unos en otros, todos los cubanos, los de dentro y los de fuera, se aferran a la ilusión del cambio con una esperanza renovada que empuja y busca su espacio entre la patria y la vida, y que tendrá como aliado decisivo a la cuarta revolución industrial: la tecnológic­a. Porque su transición, la Primavera Cubana incipiente que se atisba en los vídeos y audios que esquivan la censura, requiere de la ayuda internacio­nal y del rescate al aislamient­o digital. Ese del que escapó Luis, camarero cubano en Madrid, que existe, que es real y que, mientras nos atiende y con la voz quebrada, no puede evitar resumir la determinac­ión y urgencia de tantos de sus compatriot­as: «Cuba tiene que arder. Y que arda ya».

«La Primavera Cubana requiere apoyo exterior y el rescate al aislamient­o digital»

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