Britney contra Spears
La cantante ni siquiera puede tomar un café sin el permiso de su padre, y ahora ella tomará acciones legales para meterlo en la cárcel por abuso
«Quiero presentar cargos contra mi padre. Quiero que lo investiguen. He llegado a pensar que estaban intentando matarme». Los sollozos de Britney interrumpían su alegato contra la «insoportable crueldad» de verse sometida a la tutela de su progenitor, Jamie Spears, quien fiscaliza sus decisiones y maneja su multimillonario patrimonio desde hace 13 años. Al otro lado del teléfono la escuchaba la jueza Brenda Penny, responsable de su mediático caso, en una audiencia celebrada el pasado miércoles en el Tribunal Superior del Condado de Los Ángeles que la cantante siguió a distancia y que su nuevo abogado convirtió en una declaración oficial de guerra familiar.
Britney (39 años) no solo quiere librarse de su padre, ahora pretende verlo en la cárcel. En junio planteó en el juzgado su intención de recuperar el control sobre su vida después de las crisis psicológicas que llevaron a determinar su incapacidad legal. No lo logró, pero no está dispuesta a desistir, apoyada por un enorme club de fans que ha promovido la campaña «Free Britney America», haciendo de su situación judicial una debate nacional sobre la tutela y sus límites. «Estoy furiosa. Ni siquiera puedo tomar una taza de café sin su permiso. Si esto no es abuso… no sé lo que es». Su declaración recordó a la que realizó un mes antes en el mismo juzgado, cuando sostuvo que su padre no le permitía retirarse un DIU anticonceptivo para impedirle tener otro hijo, como ella desea; cuando clamó contra los años que la ha obligado a trabajar bajo coacción, contra la medicación que nubla sus días como en una permanente «borrachera», contra la imposibilidad de conducir su propio vehículo o cambiarse en privado. Sin embargo, en la última vista ante la jueza Penny no se trataba de reproducir el perfil del monstruo que, según ella, ha hecho de su vida una cárcel, sino de obtener por fin una victoria judicial frente a él: lograr designar a su propio abogado.
Fue el juzgado que supervisa su custodia el que eligió para ella a Samuel D. Ingham, un prestigioso letrado que ha llevado sus asuntos desde el comienzo de su tutela y que decidió renunciar hace unos días, quizá asustado por el daño que está sufriendo su imagen por formar parte, según los partidarios de Britney, de la camarilla que la tortura. No es coincidencia que también en las últimas semanas se hayan apartado de este melodrama tóxico Bessemer Trust, la asesoría financiera que ayudaba a gestionar su patrimonio, y Larry Rudolph, el mánager de la artista durante los últimos 25 años.
Con Spielberg y Sean Penn
Al quedarse sin representación legal, la jueza Penny aceptó en la vista del miércoles que fuera Britney quien escogiese a su nuevo abogado. Ya tenía uno preparado: Matthew Rosengart, de gran reputación y conocido en el show bussines por haber trabajado para Steven Spielberg y Sean Penn, entre otros. Rosengart está dispuesto a mostrarse mucho más beligerante contra Jamie Spears, como desea su clienta. Su primera declaración sobre el caso ha sido una solicitud que suena a amenaza: «Debería renunciar voluntariamente a su custodia. Si no, actuaremos de manera rápida y agresiva para lograr su remoción», insinuando además que podrían pedir contra el padre de la cantante una orden de alejamiento.
La respuesta de Jamies, a través de su abogado, ha sido tajante: no piensa renunciar a la tutela por el bien de su hija, a la que sigue creyendo incapaz de tomar las riendas de su vida. Por eso insiste en que se investiguen judicialmente las denuncias que Britney hace contra él y que, en última instancia, llevarían a realizar una evaluación sobre su estado mental, a lo que ella se niega: «No quiero someterme a más pruebas psicológicas estúpidas». Sin embargo, ¿qué mejor argumento que un informe médico favorable para obtener su libertad? Va a ser una guerra larga y sucia en la que es difícil saber realmente lo que está en juego: ¿la seguridad de Britney o su dinero?