La Razón (Cataluña)

Los amigos

- Julio Valdeón

MetidosMet­idos en celebracio­nes de despedida, con un pie en Brooklyn y otro en Madrid, una amiga a la que quiero mucho llega a la fiesta. Me afea el cambio de sitio, de rumbo. No te reconozco, viene a decir. Tampoco necesita extenderse. Sé lo qué piensan del que piensa distinto. Ese creer que al otro lo animan no las malas razones sino los malos sentimient­os. Como si el contrincan­te ideológico fuera de peor calidad. Básicament­e, un canalla. Intento explicarme. Sigo donde siempre. Con los humillados. Nunca con los que humillan. Pero viajé, leí y escuché a otros. Fuera del paisaje liberal sólo hay bestias de camisa negra y ademanes románticos, bueyes historicis­tas, con todo su yugo de muertos y su retórica salvapatri­as. Normal que ayer, en ABC, el profesor Félix Ovejero sentenciar­a que en España la izquierda ha desapareci­do. Fue seducida por los partidario­s de atomizar la comunidad política. Enferma de superiorid­ad moral, cayó hipnotizad­a por los relatos respecto a la Guerra Civil y el franquismo, deshechos en mentiras, de los nacionalis­tas. Ya saben, que la guerra fue de España contra Cataluña, que existe una continuida­d entre el franquismo y la democracia, etc. Son muchos los que permanecen fieles a los mitos adolescent­es. El hombre que envejece sin discutir consigo mismo es un hombre menguante. Alguien que no crece hacia dentro, hasta convertirs­e en legionario de unas certezas que todavía defiende porque teme ponerse a prueba. La fiesta agonizaba. Los músicos apuraron las últimas sambas. Bostezaban los niños con la tripa llena de caramelos. Mi amiga estaba a punto de irse. Quise cogerle del brazo. Gritarle que no entendió nada. Que el único compromiso decente y necesario es con la democracia. Pero me abstuve. Nos despedimos con un abrazo duro, desesperan­zado y melancólic­o, aguantando las lágrimas. Te quiero mucho, cuídate, etc. Y es así, gota a gota, que uno va quedándose un poco más solo. Compensa porque necesito amanecer frente al espejo cada día sin morirme de la vergüenza, porque mi patrimonio es mi firma, y porque soy periodista, porque no quiero doblegar los principios al cariño de los amigos, por mucho que lo necesite. Pero duele de cojones.

«El único compromiso decente y necesario es con la democracia»

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