Las secuelas de la Euro y el «Black Lives Matter»
En Inglaterra, los subcampeones aún arrastran la polémica por su postura ante el racismo
LaLa resaca de la Eurocopa aún dura en Inglaterra. El hecho de que la selección alcanzara la final y perdiera el título en los penaltis significó una revolución. El Gobierno valoró incluso la posibilidad de declarar fiesta nacional si los anfitriones se proclamaban campeones. Y eso que durante muchos momentos el fútbol pasó a un segundo plano durante el torneo. El racismo fue el otro gran protagonista en una selección que durante los partidos decisivos congregó a más de 30 millones de telespectadores.
Desde el primer encuentro, los jugadores ingleses se arrodillaron antes del saque inicial y provocaron tantos abucheos como aplausos. El gesto arrancó en los Estados Unidos en 2016 cuando el quarterback de la NFL, Colin Kaepernick, lo hizo para protestar por la desigualdad racial. Tras la muerte en 2020 de George Floyd, un hombre negro desarmado de 46 años que murió asfixiado después de que un policía blanco le inmovilizara en una postura que le impedía respirar, se hizo universal.
El asesinato de Floyd en Minneápolis desató protestas en todo el mundo y generó el movimiento «Black Lives Matter» con manifestaciones muchas veces acompañadas de actos vandálicos. Y aquí es donde el acto de los jugadores ingleses se vuelve controvertido porque mientras unos les alaban, otros cargaban contra el gesto al considerarlo una declaración política en lugar de un mensaje antirracista.
Al inicio de la Eurocopa, Boris Johnson se limitó a decir que la afición tenía que animar al equipo. Nada de abucheos. No entró en más detalles. La titular de Interior, Priti Patel, de origen indio y responsable ahora del estricto sistema de inmigración que se ha impuesto en el Reino Unido tras el Brexit, defendió que estaba bien «apoyar una causa y hacer que se escucharan sus voces». Pero señaló que el impacto que tuvieron el año pasado las protestas de Black Lives Matter en el Reino Unido fue «devastador», con el derribo incluso de la estatua de bronce en Bristol erigida en 1895 en memoria de Edward Colston, un filántropo, pero también un comerciante de esclavos en el siglo XIX.
En definitiva, lo de arrodillarse lo consideraba un puro «gesto político», por lo tanto, en última instancia, creía que era decisión de los hinchas si querían animar o abuchear. Otros diputados del Partido Conservador fueron más allá y anunciaron directamente que dejarían de ver jugar a la selección hasta que dejaran de arrodillarse.
Tras la final, cuando tanto Johnson como sus ministros condenaron las amenazas racistas recibidas por los jugadores que fallaron los penaltis en la tanda ante Italia, los políticos fueron acusados de hipócritas.
La que ha salido peor parada ha sido Patel. Desde su cuenta de Twitter –donde en su foto de perfil aparece ahora con la camiseta de la selección– la ministra ha condenado los abusos. Pero el defensa central Tyrone Mings ha contestado con un mensaje demoledor: «No puedes avivar el fuego al comienzo del torneo tachando nuestro mensaje contra el racismo como un gesto político y luego pretender estar disgustada cuando sucede exactamente todo eso que estábamos denunciando».