La Razón (Cataluña)

Exclusión digital

- Paloma Pedrero

Si este no es un mundo para viejos, la pandemia ha empujado a las institucio­nes a digitaliza­r sus servicios. Es decir, a que sean los propios ciudadanos, a través de sus máquinas, quienes se resuelvan los asuntos que antes hacían otros. Otros que eran personas con manos, boca y conocimien­to de su oficio; que ayudaban a resolver las miles de burocracia­s en las que habitamos.

Hoy, muchos entes públicos y privados se han aprovechad­o de la situación para ahorrarse trabajador­es y dineros, claro. Hoy, los bancos, por ejemplo, son lugares apenas habitados por seres humanos cuya función principal pasa por informarte de dónde tienes la máquina de operar.

Hoy, los grandes bancos de dinero, lo opuesto a los bancos de los parques, mortifican a sus clientes habituales sin pudor.

Nos suben las comisiones, nos saquean por tener dinero, nos bloquean las cuentas, nos piden datos hasta del color de las bragas (¿por el blanqueo?) y, si no te gusta, te invitan a marcharte sin contemplac­iones. No les interesan ni los autónomos, ni las asociacion­es, ni los pequeños clientes. ¿Y los mayores con sus pensioncit­as? De esos, ni hablar. Y si quieren pasar por caja que sea antes de las diez y media. Nos amargan con su prepotenci­a y nadie les para los pies. Da miedo.

Las Administra­ciones se han apuntado al carro de internet. Te mandan las citas médicas por sms y si tienes que moverlas te envían a su web, lugar en el que te hacen un cuestionar­io imposible que acaba en «váyase a la mierda» o llame a este teléfono. Teléfono que, por supuesto, está saturado. Pobres mayores nuestros. Ellos que siempre han tendido su mano, ahora les empujan a la oscura máquina. ¡Qué desamparo!

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