La Razón (Cataluña)

LA MEDALLA QUE LE FALTA A VALVERDE

CICLISMO (25 DE JULIO)

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«No me gusta la presión de las medallas», dice Alejandro Valverde, como si no estuviera acostumbra­do a pelear por ellas desde hace 18 años, desde que fue segundo en el Mundial de 2003, el de su debut, por detrás de Igor Astarloa. Como si no fuera el ciclista que más medallas ha conseguido en la historia de los Mundiales. Siete trofeos tiene, el último, el ansiado oro que consiguió en Innsbruck en 2018.

Pero los Juegos son otra cosa, una competició­n en la que Alejandro nunca ha tenido buenos resultados. Era el líder del equipo en aquellos Juegos de Pekín en los que Samuel Sánchez se convirtió en el ciclista de oro cuando todo el mundo miraba a Valverde y a Freire. Ahora el murciano busca ese oro en la que debía ser la temporada de su despedida, como hizo Vinokourov en 2012. Ganó el oro olímpico y se retiró el kazajo, pero Valverde se resiste. Cada vez está más cerca de continuar una temporada más, un año que espera que le sirva para lucir el metal dorado como hizo con el arcoíris que sólo disfrutó un año, pero que parecía hecho para él. «No es una carrera de pueblo», advierte. «Son los Juegos Olímpicos», añade, «y vamos a darlo todo y todos, pero no quiero más presión de la debida». Son ya 41 años los que ha cumplido Alejandro y, aunque el año pasado pareció haber perdido la capacidad de competir con los más jóvenes que parecen dispuestos a arrasarlo todo, esta temporada ya ha demostrado que sigue en condicione­s de plantarles cara. El confinamie­nto se hizo más difícil de recuperar para un hombre de 40 años que para criaturas que acaban de cumplir los 20. Pero Alejandro es especial y está dispuesto a todo. Los Juegos Olímpicos ya eran su gran objetivo para el curso pasado y han vuelto a serlo en éste. Su preparació­n ha girado en torno a la posibilida­d de colgarse el oro en Tokio, unos Juegos que parece que no cumplen años como le sucede al propio Alejandro y que siguen teniendo el apellido 2020. Estaba dispuesto, incluso a abandonar el Tour en la última semana, volver a casa después del último día de descanso. Sin embargo, Valverde es incapaz de renunciar a una competició­n y, aunque en algunos momentos se ha guardado, ha vuelto a competir con los mejores. Sabe el selecciona­dor, Pascual Momparler, que es imposible frenarle, y se conforma con que no se haya desgastado de más en esos últimos días que le sobraban a su libro de ruta en la carrera francesa. El equipo vuelve a girar en torno a él. El jefe es Valverde, aunque, admite Momparler, todos pueden aprovechar su oportunida­d.

Será su quinta participac­ión en unos Juegos. Su mejor puesto es el decimoterc­ero que consiguió en 2008. Ahora espera que haya llegado su momento de dar el salto. El último gran salto.

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