Y DURA, Y DURA... LOS OCTAVOS JUEGOS DE CHUSO
MARCHA (6 AGOSTO, 22:30)
«No, no, no», exclama Jesús Ángel García Bragado. «Ni París ni nada». Y se ríe. No es la primera vez que dice algo así y después ha reculado, pero ahora es la definitiva: los 50 kilómetros marcha de Tokio 2020 serán la última competición de su carrera deportiva. Estamos ante un atleta magnífico que va a convertirse en único. Con 51 años, los de la capital de Japón serán sus octavos Juegos. Nadie ha llegado tan lejos. Ha pasado por Barcelona, Atlanta, Sídney, Atenas, Pekín, Londres y Río. Agota sólo escribirlo. «Es que es muy complicado. Empecé muy jovencito en el 92 y ahora voy a acabar muy mayorcito en 2021. La gran dificultad primero es que te respeten las lesiones, o que te dejen continuar siendo competitivo y entrenando a un buen nivel, y después que las obligaciones que tengas en la vida te permitan seguir entrenando», cuenta. Pensó que el final del camino iba a ser en Brasil, pero fue siguiendo y motivándose, por ejemplo, con que su prueba desaparecerá del programa olímpico. Será la última, y él quiere estar allí. Ni siquiera se le ha hecho largo el año extra de preparación por la pandemia, aunque sí ha tenido que alterar sus planes, porque pensaba retirarse en 2020 y centrarse en su profesión, la podología, a nivel formativo, pero ha tenido que combinarlo con el entrenamiento, y no ha tenido tiempo para dedicar a ambas cosas como hubiera querido. Ha aprovechado el año para pulirse. Sus dos caderas están operadas y la izquierda le da «guerra» de vez en cuando. Tiene que infiltrarse con factores de crecimiento. El último fue el 15 de julio y dice que ya casi «ni se enteró». «El invierno ha sido más limitante por la cadera, pero en verano, con el caloret y estas cosas... Además, con el entrenamiento vas afinando, pierdes esos 3 o 4 kilos y la articulación lo agradece. No me puedo quejar», desvela. «Incluso me hubiera venido bien tener unas semanas más en agosto, un aplazamiento, que se hubieran hecho más para el otoño, aunque tampoco tendría mucho sentido porque esto de la pandemia no va a terminar en octubre», reconoce. A sus 51 años tiene ganas de batallar y hubiera preferido que la marcha se disputara en Tokio, no en Sapporo, donde la han llevado porque las condiciones climatológicas son más suaves. Pero si sale un día duro de calor y humedad no renuncia a nada con esa estrategia de ir de menos a más. «Si tuviera opción de medalla, me dejo la vida. Pero siendo realista, intentaré estar entre los 10 primeros», desvela. Después, «por fin vacaciones sin pensar en no perder la forma y eso». Y en 2024... «Si voy a París lo más probable será como espectador, que está a cinco horas en tren de Barcelona. Ojalá pudiera hacerlo con alguna responsabilidad con un atleta, de entrenador».