Marasmo veraniego
Podemos jugar al populismo de preguntarnos por qué nos cuesta tanto la luz si tenemos un Gobierno que dijo que acabaría con la pobreza energética y nuestros campos repletos de placas solares. O preguntarnos si sacar a José Antonio Primo de Rivera del Valle de los Caídos servirá para acabar con la quinta ola del covid, pero esto entraría dentro de la demagogia más cruda porque hablamos de muertos. Tratamos de encontrar el fondo de las cosas mientras la superficie es cada vez más turbia, impredecible, delirante. Con la entrada del «Gobierno del Patinete» el modelo de política-ficción ya se ha instalado hasta el punto de que los recaditos y puyas de los señores encargados de la comunicación del Ejecutivo se convierten en pura salsa informativa mientras las grandes cuestiones pasan de largo. La nueva Ley de Memoria Democrática sale de la chistera para aliñar los meses de calor. Otra vez el tostón recalentado 85 años después. Ajena el guirigay, España se bebe un cubata insano en un chiringuito, pero a precio de oro porque se lo toma mirando al mar. Acaricias el vaso de plástico y aplaudes cuando el sol se pone. Criaturitas que luego cuentan su vida en Instagram. Los expertos aseguran que gracias a las redes sociales nuestros recuerdos ya no lo son y que es imposible recordar por qué hicimos aquella foto. Así Pedro Sánchez se ha olvidado de para qué llego a la Moncloa, pero tampoco le interesa que nosotros nos lo preguntemos. Lo suyo es perpetuar, seguir adelante y despistar. Dentro de unos años, cuando Google nos recuerde aquel verano de 2021 nadie sabrá ni cómo ni por qué pasó todo esto que ahora nos deja atónitos. Y puede que no pase nada, menos mal, puede que pensemos que tampoco era para tanto volver otra vez a los años treinta del siglo pasado y escuchar a ese señor hablar inglés tan mal. Puede que ya no pensemos nada.