La Razón (Cataluña)

Ad maiorem Sánchez gloriam

«Será el secretario general de la historia del PSOE que ha acumulado más poder interno»

- Francisco Marhuenda

SanSan Ignacio de Loyola utilizaba en sus escritos la acertada frase en latín de «Ad maiorem Dei gloriam» («Para la mayor gloria de Dios»), que se conoce también por su abreviatur­a A.M.D.G., y que es la divisa de la Compañía de Jesús o de los Jesuitas. El fundador de esta poderosa y prestigios­a orden se inspiró en la Primera epístola a los corintios en la que San Pablo utiliza la expresión «in gloriam Dei». He de reconocer que siempre me ha gustado, tanto en su sentido literal que comparto como católico como en la posibilida­d de utilizarla refiriéndo­me a los políticos y la irrefrenab­le tendencia que sufren al cesarismo presidenci­alista. Ni siquiera lo puedo criticar, aunque no lo comparto, porque es propio del ser humano y la erótica del poder. Es muy difícil ser como Mark Rutte, el primer ministro de los Países Bajos, e ir en bicicleta al despacho. El PSOE camina con paso firme a una mutación de los equilibrio­s internos para alcanzar un liderazgo omnipresen­te.

Una vez concluya el proceso podrán utilizar sin ningún atisbo de duda el «Ad maiorem Sánchez gloriam» (AMSG). La verdad es que suena francament­e bien e incluso me parece acertado que el presidente del gobierno quiera que la maquinaria de Ferraz funcione por fin con eficacia y coordinaci­ón. Es una concepción meramente instrument­al de entender el papel de un partido político y no se aleja, aunque lo perfeccion­a, del modelo que encontramo­s en otras formacione­s. Con ello será el secretario general de la historia del PSOE que ha acumulado más poder interno y ha laminado a los díscolos. Los partidos en el sistema anglosajón no son un fin en sí mismo, sino el mecanismo democrátic­o para alcanzar el poder. Por ello, no conocemos quienes son los presidente­s del Partido Laborista o Conservado­r, en el Reino Unido, o del Demócrata y Republican­o, en Estados Unidos, porque no tienen el poder. En ambos países, se repite el mismo esquema por el que el poder correspond­e al presidente estadounid­ense o al primer ministro británico y al líder de la oposición con respecto a la formación que no gobierna. La diferencia es que el sistema electoral otorga una gran independen­cia a los parlamenta­rios, porque no dependen del partido. Es lo que nos falta en España para perfeccion­ar el modelo.

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