Manipular el CIS
Las próximas elecciones se van a juzgar en clave económica. Si la sentencia del Tribunal Constitucional ha sido tan controvertida no es solo porque jurídicamente es dudosa y reinterpretable, sino porque la mayoría hará responsable a Sánchez de los daños económicos que supuso el confinamiento. Díaz Ayuso ganó, porque se erigió como adalid de la apertura de la hostelería y de la eliminación de restricciones. Lo que le hizo ganar adeptos no fue un sentido de la libertad enfervorizado, sino el respiro para los pequeños negocios y el empleo que suponía.
Pablo Casado no tiene esa intuición natural y su miedo a que Abascal siga mermándole electoralmente le lleva a cometer errores como el muy comentado encuentro con Arias Salgado y uno de los fundadores de Vox, Camuñas. Si el líder popular cree que va a arañar votos en la extrema derecha aplaudiendo sus posiciones se equivoca, solamente servirá para afianzarles en sus razones.
La estrategia de Sánchez consistirá en la recuperación económica, pero fiarlo solo a eso entraña el peligro de que las expectativas económicas no sean las esperadas, por eso alimentará la confrontación de los bloques. En esa clave hay que interpretar la utilización que se hace del CIS. Los sondeos electorales sirven para dos cosas, bien para medir la realidad electoral en un momento determinado, bien para crear una ilusión que genere una nueva opinión social.
Los estudios que hace y publica el CIS están achicharrando el prestigio de la institución por el módico precio de generar un espejismo. La fortaleza de Sánchez reside en la insolvencia de Casado, pero su mayor debilidad es la imagen que se está forjando y, en ello, manipular el CIS no le ayuda.