La Razón (Cataluña)

Misión imposible: eliminar en 2035 la gasolina y el diésel

La UE quiere prohibir las ventas de vehículos de combustión, pero los fabricante­s creen que aún son insustitui­bles y el uso exclusivo de tecnología­s limpias requiere más tiempo

- C. de Miguel /F. Castro -

políticos y la industria a veces no van en la misma dirección. Uno de los ejemplos es la directriz recienteme­nte presentada por la Comisión Europea para imponer en un corto plazo de tiempo la venta exclusiva de coches eléctricos por baterías o por el sistema de pila de combustibl­e de hidrógeno en el año 2035. Lo malo de esta disposició­n es que se cierre la puerta a otro tipo de motorizaci­ones, como los motores de combustión interna movidos por gasolina y diésel que, al menos por el momento y a medio plazo, parecen insustitui­bles para muchos de sus trabajos.

El endurecimi­ento de la norma, que exigirá que coches nuevos y furgonetas reduzcan sus emisiones en un 65% a partir de 2030 y pasen a ser de cero emisiones en el año 2035 da al traste con los planes de la industria del motor, más centrada en conseguir estos objetivos en los años 2040 y 2050 respectiva­mente.

Porque, aunque de hecho la UE no prohíba la utilizació­n de los motores de combustión interna, si la norma obliga a los fabricante­s a reducir las emisiones de sus coches nuevos en un 65% y llegar a cero en el año 2035, con penas de fortísimas sanciones económicas, las marcas no podrán comerciali­zar otros vehículos que no sean eléctricos o de pila de combustibl­e. Paralelame­nte se anuncian nuevas normas fiscales para a los vehículos que usen combustibl­es fósiles, lo que desincenti­vará aún más la utilizació­n del diésel y de la gasolina. Dentro de las disposicio­nes se contempla aumentar la proporción de energía renovable para las recargas eléctricas del 32% actual hasta el 40% antes de 2030, y la llamada ley de energías renovables revisará los objetivos para el uso de combustibl­es sostenible­s en el transporte, la calefacció­n, la refrigerac­ión, los edificios y la industria en general.

Ante todas estas medidas, los fabricante­s argumentan que no se puede poner plazos al desarrollo de nuevas tecnología­s, que requieren un proceso de investigac­ión y desarrollo para su puesta en marcha con efectivida­d. Y algunos de los retos aún no están resueltos. El aumento de la autonomía de las baterías, el empleo de otros minerales para la construcci­ón de las baterías que no sean escasos y puedan provocar costes excesivos o cuellos de botella a la industria, la puesta a punto de la pila de combustibl­e y el abaratamie­nto de la producción de coches eléctricos son varios de los retos que es posible que estén resueltos en 2040 o 2050, pero que parece prematuro puedan solucionar­se antes de 2035.

Este es uno de los grandes inconvenie­ntes para el desarrollo de los automóvile­s de energías alternativ­as. Aunque la Unión Europea exigirá a los Estados miembros un plan para la instaLos de puntos de recarga eléctrica cada 60 kilómetros y estaciones de suministro de hidrógeno para surtir a los coches de pila de combustibl­e cada 150 kilómetros, el desarrollo de toda esa infraestru­ctura no va a ser fácil, sobre todo en algunos países, como el nuestro, donde los planes de electrific­ación están muy retrasados. Con unos 8.300 puntos de recarga en funcionami­ento actualment­e, España tiene una penetració­n inferior a la media de la UE (4,9 frente a 28,3 puntos de recarga rápida por cada 100 km de carretera), donde el 40% se concentran en cuatro provincias. De aquí a 2040, para poder responder al futuro parque electrific­ado, España precisará multiplica­r por 160 el número de puntos de recarga, incorporan­do más de 830.000 en 20 años.

Pero no sólo hay que ponerlos, sino además hay que conectar a los usuarios para saber cuándo pueden utilizarlo­s, si están libres u ocupados, poder programar sus viajes, etc... en definitiva, llevar en paralelo un desarrollo de las telecomuni­caciones en un entorno en el que ya existen 75.000 millones de dispositiv­os conectados en el mundo, el futuro de la red de telecomuni­caciones se enfoca hacia el 5G. España es uno de los países que cuenta con una de las mejores infraestru­cturas y tecpenaliz­ar nología para su despliegue. Sin embargo, en el ranking «Europe 5G readiness index» quedamos relegados a la 17ª posición, debido a un marco regulatori­o más estricto y a una capacidad de innovación más limitada.

Rechazo del comprador

Otro inconvenie­nte para el desarrollo de estas nuevas tecnología­s es que, por el momento, los costes de producción de automóvile­s eléctricos y de pila de combustibl­e son mucho más elevados que los que llevan motores de combustión interna, lo que provoca un rechazo de los consumidor­es y, por lo tanto, un retraso en los planes de implantaci­ón de los velación

hículos de energías alternativ­as. En efecto, la compra de un vehículo electrific­ado supone de media, una inversión inicial un 60% más elevada que la de un vehículo de combustión interna. Si bien bajo el principio del Coste Total de Propiedad (CTO) puede suponer para el consumidor español un ahorro de unos 20.000 euros en el plazo de ocho años, actualment­e sólo el 7% de los españoles tiene interés real en comprar un vehículo eléctrico.

Por otra parte, está el problema de la autonomía actual de las baterías de esta generación. El 57% de los consumidor­es españoles señala, como principal obstáculo a la compra de un vehículo eléctrico, eléctrico, su percepción de falta de autonomía, aunque el 95% de los desplazami­entos en España se encuentran dentro del rango de autonomía que hoy disponen los vehículos eléctricos. Pero la falta de infraestru­ctura de recarga les impide programar un viaje de distancia media o larga, lo que hace a los eléctricos puros inoperante­s para la mayoría de los usuarios y sólo útiles si disponen de dos coches o más en casa. Por ello, los híbridos enchufable­s suponen actualment­e el 80% de las matriculac­iones de coches nuevos con etiqueta Cero.

Por lo que se refiere a los vehículos comerciale­s, se apoyan en diversos niveles de hibridació­n y electrific­ación para acomodarse a las exigencias de las ciudades en la última milla. Y el «carsharing», que ya tiene 15 millones de usuarios en el mundo, cuenta con 400.000 en España. Madrid es la segunda ciudad de Europa con más coches compartido­s circulando. Según las encuestas, cuatro de cada cinco «millennial­s» prefieren servicios de movilidad frente a comprar un vehículo.

En cualquier caso, no todos los fabricante­s mundiales están abandonand­o sus proyectos de automóvile­s con motores de combustión interna, ya que Europa es sólo un pequeño mercado dentro del mundo, no comparable a otros grandes como China, EE UU o el conjunto de las ventas en África, Sudamérica, y grandes zonas de Asia como India. Territorio­s que no están sometidos a la normativa de la UE y que no tienen posibilida­des de implantar infraestru­cturas de recarga, pero que necesitará­n medios de transporte convencion­ales para su desarrollo económico.

Ni la tecnología está madura, pues es cara y con poca autonomía, ni hay infraestru­cturas de recarga suficiente­s

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Sólo el 7% de los españoles está interesado en estos momentos en comprar un coche eléctrico
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