La Razón (Cataluña)

Hijos y deseos

- Paloma Pedrero

Sí, cuando tenemos hijos casi todos caemos en el error de querer dirigir sus vidas. Queremos que sean lo que nosotros quisimos ser. Luchamos con denuedo por conseguirl­o. Pero hay un momento que viene la revelación, ellos mismos te arrancan el velo de los ojos. Y nos damos cuenta de que aquello que deseábamos para él o ella, no es lo que él o ella desea.

Así que hay que apearse de la quimera y ver. Hay que verlos y escucharlo­s con los ojos y los oídos de otros, como si no fueran nuestros hijos.

Esto suele ocurrir en su adolescenc­ia, cuando ellos mismos se rebelan y te dan la espalda. Es duro porque te la dan sin miramiento, pero es fundamenta­l para comprender que esas criaturas, que has querido formar a tu parecer, van a hacer lo que quieran y puedan, como debe ser. Entonces, tú les miras y dejas de soñar desatinos.

Comienzas a soltarles con mucho cuidadito, aceptando que tus pretension­es han cambiado. Entonces, ya solo quieres que esa criatura pueda llegar a ser independie­nte, independie­nte de ti. Que se cuide y la vida le regale salud. Que disfrute de las pequeñas cosas. Que sonría, que se ría, que grite de placer. Que le llamen sus amigos y responda siempre contento. Que mire de cerca y de lejos. Que encuentre una profesión bonita y, si no la encuentra, que sea capaz de sobrevivir con dignidad. Que se sienta digno de amar y ser amado.

Y en lo que a una se refiere, queda un solo deseo, pero es primordial: yo solo deseo que mi hijo quiera estar conmigo a ratos.

Cuando tenemos hijos casi todos caemos en el error de querer dirigir sus vidas, que sean lo que nosotros quisimos ser

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