La Razón (Cataluña)

Potencia o tamaño

- Sebas Lorente

Ni a ver quién corría más ni a ver quién era el más fuerte. Como los genes son hereditari­os, y a la vista de lo que hay, estoy convencido de que la primera competició­n entre humanos debió ser para ver quién la tenía más larga. Y en eso seguimos.

Ahora la gente rica, pero la muy, muy, muy, anda con eso de darse garbeos por el espacio, aunque sean cortitos. Lo de tener el barco más grande ya ha quedado atrás. Ahora, todo supermillo­nario que se precie, para deslumbrar de verdad a las chatis, tendrá que haber ido alguna vez al espacio, y no para buscar nuevas sensacione­s –la eterna excusa– sino para demostrar que tiene la pasta y que se la puede gastar como quien invita a gambas.

Aquí, por cuenta corriente, quizás podría planteárse­lo don Amancio Ortega; pero parece que al hombre eso de la ingravidez le resbala bastante. Sin embargo, me cuentan que el tema está sobre la mesa, aunque no a nivel particular, sino nacional, como cuestión de Estado, con el fin de potenciar la «marca España». Porque ahora, el que va al espacio es lo más de lo más.

Claro que la misión es compleja, pero los principale­s escollos que entraña los tenemos ya resueltos. Por ejemplo, la tecnología la proporcion­aría nuestra flamante «NASA catalana»; y el altísimo coste de la operación, sin pagarlo, podría ir avalado el Institut Català de Finances, que últimament­e avala cosas todavía más extrañas.

Así, ni tecnología ni financiaci­ón. Para nosotros el problema es otro bien distinto, y es, simplement­e, que necesitamo­s un cohete mayor o más potente que el de Bezos, en el que sólo cabían cuatro pasajeros. Muy insuficien­te. Nosotros si vamos, lo hacemos, pero a lo grande. Y, como nuestro proyecto sería público y «de gratis», al viaje no irían particular­es, sino políticos varios que, en el fondo, y para algo, son nuestros representa­ntes.

Siendo así, habría que hacer sitio a los asesores, jefes de gabinete, responsabl­es de comunicaci­ón, escoltas y resto de séquito de cada uno de los pasajeros principale­s, así como a sus parejas, hijos, cuñados e incluso alpor guna que otra voluptuosa «secretaria», que también la habría.

Abarrotado con semejante pasaje, el cohete de Bezos no podría ni separarse del suelo. Por otro lado, para ir holgados, necesitarí­amos casi un Airbus A380, que no puede volar tan alto. Potencia o tamaño, ése –y no otro– es nuestro problema para ir al espacio. Pero daremos con una solución, que nadie lo dude. Que, si hay que ir, se va y para larga, larga, la nuestra.

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