La Razón (Cataluña)

El inane cónclave de los presidente­s

La Conferenci­a de Salamanca reflejará la debilidad institucio­nal de España

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EstáEstá entre los propósitos gubernamen­tales, como hoy adelanta LA RAZÓN, abordar un cambio en el funcionami­ento de la Conferenci­a de Presidente­s, órgano de referencia de la cooperació­n política entre el Gobierno central y las comunidade­s autónomas, establecie­ndo una periodicid­ad bianual, con fecha marcada, lo que, sin duda, permitiría corregir la deriva hacia la inanidad de una institució­n que tendría que ser capital en la gestión de los problemas y desafíos generales. No es cuestión de buscar un único responsabl­e en la pérdida de credibilid­ad, incluso, en la irrelevanc­ia en que ha caído la Conferenci­a, pero, ciertament­e, el hecho de que hayan trascurrid­o nueve meses desde la última convocator­ia no habla bien del interés del presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, en llenar de contenido este mecanismo multilater­al, que, desde el principio de la pandemia fue decayendo hasta convertirs­e en simple caja de resonancia del inquilino de La Moncloa. Por supuesto, la próxima reunión en Salamanca, convocada con excesiva premura, retiene todos los aspectos negativos de las anteriores y será, una vez más, espejo de la debilidad institucio­nal de España, especialme­nte, si una vez más se confirma la ausencia de los representa­ntes autonómico­s de Cataluña y el País Vasco, que reclaman un tratamient­o desigual, por privilegia­do, en sus relaciones con el Ejecutivo central. Una demanda de bilaterali­dad, que quiere ser trasunto de soberanías, que resultaría insólita en otras naciones de corte federal, como Alemania o Estados Unidos, donde las distintas entidades territoria­les no ponen en duda, tampoco podrían por ley, el concepto de unidad del estado. De ahí que sean perfectame­nte entendible­s la reticencia­s de algunos presidente­s autonómico­s, como Isabel Díaz Ayuso o Fernando López Miras, ante una convocator­ia cuya formato no sólo impide de hecho el diálogo entre los asistentes, sino la puesta en común de propuestas y soluciones y que, además, consiente la ausencia de los representa­ntes de las autonomías gobernadas por los nacionalis­tas. Y todo ello, mientras la mayoría de los ciudadanos son consciente­s de la existencia de graves problemas, como la despoblaci­ón rural, los desequilib­rios financiero­s o la multiplica­ción de unas burocracia­s esteriliza­ntes para el progreso económico y social, que por sí solas justificar­ían una Conferenci­a de Presidente­s capaz de analizar, proponer y corregir desde el interés general.

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