La Razón (Cataluña)

Un triunfo a la altura de su ídolo Nadal

Titmus destrona a Ledecky en el 400 en una final memorable

- Domingo García

Un hombre se vuelve loco en las gradas del Centro Acuático de Tokio. Pero loco, loco. Meneando su melena y con la mascarilla en la mano, gritaba agarrado a una barandilla, como si estuviera en un concierto de rock. Era Dean Boxall y su locura tenía sentido. Abajo, en la piscina, su pupila, Ariarne Titmus, estaba todavía interioriz­ando lo que acaba de lograr. Se daba golpecitos con la cabeza en la pared mientras miraba su marca y sentía la decepción de la mujer que tenía al lado en el agua. La decepción, momentánea, de Katie Ledecky, la reina destronada, pero qué manera de defender su corona para dejar una final de 400 metros libres memorable en los Juegos Olímpicos. Luego, en la entrega de medallas, ya estaba sonriente la estadounid­ense con su plata. La batalla con Titmus no ha hecho más que comenzar (se medirán también en 200 y 800), y el primer gran asalto fue para la australian­a.

En realidad, no es la primera vez que la derrota. Ya la superó en 2019 en la misma distancia en el Mundial, pero entonces Ledecky estaba enferma. Esta vez estaba pletórica y la «aussie», para repetir, tuvo que hacer un tiempo de 3:56.69, la segunda mejor marca de la historia, sólo por detrás del récord Mundial que logró la propia Ledecky en los Juegos de Río 2016: 3:56.46.

Claro que aquel 7 de agosto de 2016, la norteameri­cana sacó cinco segundos a su rival más inmediata, la británica Jazmin Carlin. Katie es una deportista de leyenda. Está acostumbra­da prácticame­nte a nadar sola: cuando llega el viraje y ella está volviendo, todas sus oponentes todavía van en busca de la pared. Eso mismo es lo que quiso hacer en Tokio con Titmus: despegarse, consciente del poderoso final que tiene la australian­a. Parecía que lo había conseguido después del paso por los primeros 50 metros, pero a falta de dos piscinas, en el 300, la distancia ya era mínima y quizá ahí Ledecky ya sabía que no iba a poder ganar. «Oh, está aquí», confesó la estadounid­ense que pensó cuando miró a un lado. Pero eso no quitó que lo siguiera intentando. Después del último viraje, ya mandaba Titmus y las dos estuvieron emparejada­s casi hasta el final para dejar un último largo mítico. Ledecky hizo su parcial más rápido de todos, 29.12, pero es que la australian­a logró el parcial más veloz de la final, 28.67. Y sólo así pudo quitar la corona a la reina Katie, que después confesaba que no estaba triste. Había nadado bien y, sobre todo, rápido: la segunda vez que más en su vida, y eso es mucho decir, pero ayer hubo alguien que fue mejor. Y Titmus, después de la hazaña, tuvo una pequeña charla con su rival. «Le di las gracias. Sin ella no estaría aquí, ella nos ha hecho ir más allá», desveló que le dijo.

La nadadora de 20 años sacó la fuerza y el carácter competitiv­o del deportista al que más admira. Porque cuando en una entrevista en «Olympic Channel» le preguntaro­n quién era su ídolo, la respuesta salió de carrerilla: «Es fácil, soy una gran fan de Nadal. Amo el tenis y amo ver a Rafa. Me encanta su pasión por el deporte y por ganar, y su lucha», dijo. «He querido ir al Open de Australia a verlo jugar muchas veces. Iba a hacerlo el próximo año [en 2021, la respuesta es de julio de 2020] tras los Juegos Olímpicos. Dean me iba a dejar que me perdiera el entrenamie­nto», explicó. Pero con el aplazamien­to de los Juegos a este verano, los planes se chafaron. Dean ya tiene motivos para dejar a Titmus ir a ver a Rafa en 2022. Dean, el hombre loco del Centro Acuático con su melena, que ya estaba más calmado cuando su nadadora tenía la medalla de oro en el pecho. Ya no gritaba, ahora lloraba.

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EFE Titmus no se podía creer la carrera que hizo ante Ledecky

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