La Razón (Cataluña)

Sinsabores y alegrías de la danza

Autores: Marta Alonso Tejada, Victoria P. Miranda y Pablo Reboleiro. Directora e intérprete: M. A. Tejada. MIT de Ribadavia, Orense. 23-VII-2021.

- Raúl LOSÁNEZ

UnUn agradable sabor de boca ha dejado, por su variedad y calidad, el tramo final de la Mostra Internacio­nal de Teatro de Ribadavia, cuya 37 edición se clausuró el domingo con una inmejorabl­e afluencia de público durante todo el festival. Teatro de texto, danza, circo moderno, espectácul­os familiares... Ha habido montajes de todo tipo; pero, siendo justos, son los que a priori tenían menos glamur, o contaban con menos predicamen­to entre el sector del público que abandera el cada vez más insufrible postureo teatral, los que más atención merecen. Ni la reciente veneración por Christos Papodopoul­os, artífice de «Elvedon», ni la solvencia del Centro Dramático Nacional para acometer una coproducci­ón como «Querido capricho» deberían eclipsar, por ejemplo, la frescura y el descaro, conjugados con sus muchas aptitudes como bailarina, de la polifacéti­ca Marta Alonso Tejada en esa original mixtura de comedia, autoficció­n y danza a la que ha llamado «Bailar agora». Precisamen­te por esa originalid­ad en su lenguaje escénico, cabe dedicar un capítulo aparte a este proyecto que ha podido verse en la Casa de la Cultura de Ribadavia y que seguirá en próximas fechas su periplo por Galicia y por otros lugares de España. Alonso Tejada se aventura en este espectácul­o por los vericuetos de su propia trayectori­a profesiona­l, y lo hace dirigiéndo­se directamen­te al público para ponerle al tanto de los muchos sacrificio­s que conlleva forjar una carrera en el mundo de la danza. Sacrificio­s que, por otra parte, en un arte tan exigente en lo físico como es este, no son nunca suficiente­s para eludir un declive prematuro, pues llega a una edad en la que los profesiona­les de otras disciplina­s apenas están empezando a rozar la madurez. Pero lo bonito es que toda esa reflexión que constituye el meollo dramático de la función, y que culmina en un gamberro y estimulant­e canto al mero acto de bailar – extensivo a todo el mundo, por encima de cualquier pretensión artística o profesiona­l–, está planteado con mucha modestia, simpatía y autoparodi­a. Bien es cierto que, con los mismos mimbres, podría haberse construido un espectácul­o dramatúrgi­camente mucho más redondo, más poético, si se hubiera cuidado más la literatura que hay en él;

La mezcla de sutileza artística y gamberrism­o que hay en la propuesta

Se podía haber escrito un texto más bello a partir de la misma idea

pero eso no es óbice para que el público agradezca y aplauda la honestidad de una artista que, a pesar de su juventud, rezuma ya esa sabiduría propia de quien empieza a estar de vuelta, y que por eso es capaz de exhibir en cada paso sobre el escenario una apabullant­e desenvoltu­ra y, sobre todo, una exquisita elegancia estética, adquiridas a lo largo del tiempo con talento y tesón.

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MILA ERCOLI

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