LAS LLAMAS TERRORISTAS DE ERDOGAN
ElEl Mediterráneo Oriental padece una de esas olas de calor capaces de asfixiar el alma. El contraste de un paraje antes y después del paso de las llamas no es fácil de asimilar ni de olvidar. Entre la luz y la oscuridad, la existencia y el fin, hay una experiencia salvaje y traumática, pero no siempre inevitable, y en muchas ocasiones predecible al menos en su alcance. En España lo sabemos bien.
También en países como Grecia, Italia o Turquía, doblegados estos días por el fuego que se ha cebado especialmente con las tierras otomanas. La decena de incendios que devastan el sur y el oeste turcos se han cobrado al menos seis muertos, y lo más probable es que el balance empeore. En esta tesitura, hay responsables públicos que se ponen manos a la obra en su deber de combatir el siniestro y socorrer a los necesitados y quienes, para tapar su negligencia y su dolo, instrumentalizan la tragedia y se sacuden culpas hacia el malvado o el enemigo de turno.
Erdogan, ducho en estas lides, ha maniobrado con celeridad y ha sentenciado que los fuegos son «actos de terrorismo», que atribuye a Murat Karayilan, dirigente de proscrito Partido de Trabajadores de Kurdistán (PKK), la guerrilla kurda, que supuestamente hizo un llamamiento para utilizar las llamas como baza política. De lo que se trata es de ocultar no solo que los incendios no son exclusivos de Turquía, o relativizar los 40 grados de temperatura que asolan la zona, sino, sobre todo, silenciar la escandalosa precariedad en estrategias e instrumentos preventivos y la escasez de aviones cisterna, suplida en parte por aeronaves de Rusia y Ucrania. De eso, el déspota turco no quiere oír ni palabra.