Sin necesidad de auditorías
Las auditorias de los chiringuitos «junteros», que ahora ya no existen, han provocado un tsunami flojito en Andalucía, una marejadilla de nada. A nadie se le ha atragantado, porque todo el mundo sabe que no va a suceder nada. «Todo va bien», la máxima de Silvio (el devoto de Elvis, no el de Fidel), mientras los informes son rastreados por los «plumillas» para rellenar las neveras de agosto en las redacciones. Nadie va a acabar con la famosa «administración paralela», porque ahora ya es un ente que no existe más allá del trabajo de las consultoras y sólo se hace real si se piensa en el pasado andaluz inmediato, no en el ahora que vivimos en 2021.
Pero de fondo, lo que sigue latente como un órgano enfermo, es palpar que aún se entiende la política y lo público como una gigantesca agencia de colocación, como un mecanismo para comprar voluntades, para premiar a fieles. Pero lo más glorioso, es que ese mecanismo de enchufismo lo acabamos de ver con nuestros propios ojitos hace unas semanas y nos hemos quedado tan panchos, estamos tan anestesiados que nos da igual.
En el famoso Pleno donde se coló una rata, se votó que Susana Díaz fuera senadora, con el aplauso de la Cámara, solucionándole la papeleta, la del ego más que la del dinero, a la ex presidenta andaluza. «Es que le vana buscar una salida digna».¿Peroestoquées?Además, tuvo que dimitir otro senador al que parece ser que colocaron «ipso facto» como asesor en un ayuntamiento. De traca, este mangoneo de cargos, este nepotismo a las claras del día, que refleja perfectamente el cáncer que ahoga a nuestra democracia. Cuando se puso de moda el término «político profesional» comenzó el verdadero asalto a las instituciones de los partidos. El PSOE, donde nadie pierde nunca porque te recolocan, lo ha vuelto a hacer sin tener en cuenta la dignidad y el verdadero fin de una institución como el Senado que debe servir para algo más que para dar cobijo de lujo a los suyos.