La Razón (Cataluña)

Los vaivenes del presidente Castillo

La incertidum­bre crece en Perú tras la primera semana del maestro rural al frente del país. El izquierdis­ta se debate entre el ala radical de su partido y la moderación y siembra dudas sobre la viabilidad de su mandato

- Carlos Vázquez - Miami

La primera semana de Pedro Castillo en la Presidenci­a de Perú ha agravado las dudas sobre la orientació­n y viabilidad de su Gobierno. En poco más de siete días en el cargo, Castillo se ha enfrentado ya a la primera crisis de calado, alimentado los rumores rumores de una posible destitució­n prematura por parte del Congreso y enviado señales contradict­orias a los peruanos y a los mercados, que aguardan expectante­s si cumplirá las promesas de moderación que repitió durante la campaña electoral. La primera señal no pudo ser más alarmante. Castillo designó como primer mimuerta nistro a Guido Bellido, un congresist­a sin apenas experienci­a de gestión, conocido por sus posiciones machistas y homófobas. Bellido cree que Cuba no es una dictadura y la Fiscalía lo investiga por un presunto delito de apología del terrorismo por su homenaje en las redes a Edith Lagos, activista de Sendero Luminoso en un enfrentami­ento con la Policía en 1982. El sangriento legado de Sendero Luminoso sigue siendo una herida abierta en Perú y el nombramien­to de Bellido desató una tormenta política que llevó a medios y analistas a especular con una posible acción del Congreso para tumbar al presidente, como con

El mandatario fue reconocido ayer por las Fuerzas Armadas y la Policía Nacional como su jefe supremo

Martín Vizcarra y Pedro Pablo Kuczysnki.

Bellido es un dirigente cercano a Vladimir Cerrón, fundador de Perú Libre, el partido de Castillo. Extremista formado en Cuba, es uno de los más oscuros e impopulare­s políticos peruanos. Condenado por corrupción, Cerrón no pudo ser candidato presidenci­al, pero Keiko Fujimori repitió en la campaña que sería él quien mantendría el control de Perú Libre y obligaría a Castillo aplicar el desastroso programa chavista.

Tras conocerse el nombramien­to de Bellido, la cotización del sol peruano frente al dólar cayó y distintas fuerzas parlamenta­rias anunciaron su rechazo al nuevo Gobierno, para el que Castillo necesita del visto bueno del Congreso.

Al día siguiente, en un aparente intento de minimizar los daños, Castillo dio otro viraje y convenció de que se incorporar­a al Gabinete a Pedro Francke, reputado economista liberal que había sido el asesor económico de su candidatur­a. Francke se pasó la campaña tratando de convencer a inversores y electores de que Castillo aplicaría en Perú una política económica sensata, pero, según los comentario­s en la Prensa, se negó a integrar un Ejecutivo tras conocer que Bellido lo encabezarí­a.

Solo las promesas de Castillo de que tendría autonomía total convencier­on a Francke de aceptar finalmente el cargo de ministro de Economía, pero al jurarlo no dejó de lanzarle pullas a su primer ministro. Juró su cargo, por «la igualdad de oportunida­des sin distinción de género, identidad étnica u orientació­n sexual», y lo hizo con un imperdible con los colores del movimiento LGTBI en la solapa.

El primer ministro publicó a su vez un tuit conciliado­r en el que afirmó que Francke cuenta con «todo su respaldo» para la aplican ción de la política económica.

Todo el episodio, aunque momentánea­mente resuelto a favor del moderado Francke, revela las tensiones en la alianza gubernamen­tal, que amenazan con lastrar todo el mandato de Castillo tanto o más que un Congreso hiperfragm­entado en el que ni cuenta con la mayoría ni está claro que tenga el control de su bancada. Según el analista Hernán Chaparro, del Instituto de Estudios Peruanos, «el equilibrio en Perú Libre va a ser muy difícil porque Castillo necesita llegar a acuerdos en el Congreso y no está claro que Cerrón vaya a permitírse­lo». El drama continúa de lo más enredado y sus críticos no creen que Castillo cuente con la experienci­a para resolver el endiablado rompecabez­as de la política peruana.

En busca de la estabilida­d institucio­nal que aún no atisba, Castillo renovó la cúpula militar. Aunque el movimiento suscitó algunos recelos, es habitual que cada nuevo presidente releve a los altos mandos. El cesante jefe del Comando Conjunto, César Astudillo, declaró que ya solicitó al presidente saliente, Francisco Sagasti, su salida del cargo.

Ayer, Castillo fue reconocido por las Fuerzas Armadas y la Policía Nacional como su jefe supremo. El mandatario llamó a la unidad, acompañado de los ministros ministros de Defensa, Walter Ayala, y de Interior, Juan Manuel Carrasco. La jerarquía castrense peruana ha dejado claro hasta el momento que no se inmiscuirá en el proceso político, por más que hayan circulado por las redes llamamient­os a derrocar a Castillo de uniformado­s y sectores cercanos al fujimorism­o.

Con mandos de su confianza, las cosas deberían ser más sencillas para el nuevo presidente, pero la verdadera batalla le aguarda en el Congreso. Pese a los anuncios iniciales del Partido Morado y otros de que vetarían la formación del nuevo Gobierno, en los últimos días gana enteros la posibilida­d de que solo se les niegue la confianza parlamenta­ria a algunos ministros.

El giro responde a la creencia extendida de que Cerrón busca un enfrentami­ento abierto con el Congreso con Castillo como peón interpuest­o. Si el Legislativ­o rechaza al Gabinete, el presidente puede proponer otro, pero si es rechazado por segunda vez, puede entonces disolver la Cámara y llamar a elecciones legislativ­as. Muchos temen que eso es lo que busca Cerrón, un choque institucio­nal total que le permita reforzar su ahora precaria mayoría y avanzar en su soñada Asamblea Constituye­nte para reconfigur­ar el Estado, para lo que ahora no cuenta con apoyos necesarios.

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REUTERS «No al comunismo». Miles de peruanos protestaro­n el domingo

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