La columna de Quintero
Afronta ante el japonés Kiyuna un desafío pendiente desde 2018
Damián Quintero (4-7-1984, Buenos Aires) no ha olvidado el sótano de su casa en el que se entrenó durante el confinamiento. Tampoco la columna que estaba en medio y que esquivaba «bastante bien». La columna hoy en la competición de kata masculino será el japonés Ryo Kiyuna de 31 años. El triple campeón mundial, su verdugo en la Copa del Mundo de Madrid 2018, afronta el sueño de toda una vida. «Es el mejor técnicamente, no baja nunca», dice Quintero sobre un rival que presume de entrenarse los 365 días del año, que a finales de 2020 sufrió el coronavirus y que ha estudiado los movimientos oculares de leones y tigres para mejorar su rendimiento en el tatami del Nippon Budokan.
Quintero tiene dos desafíos pendientes: el campeonato del mundo y el oro olímpico. Desde el momento en que el karate entró en el programa de Tokio decidió abandonar el kata por equipos y centrarse en la lucha por el podio olímpico individual. Es el número uno del mundo y ha encontrado en Jesús del Moral, como sucede con Sandra, el entrenador ideal. «Es muy metódico y bastante estricto y eso me viene bien porque una vez en la élite no hay que limar muchas cosas. Lo importante es centrar la cabeza», asegura. Del Moral ha aplicado con él una receta similar a la utilizada con la campeona olímpica: «Nada de presionarlos, son supertranquilos. Yo intento proporcionarles mucha tranquilidad y confianza, porque el trabajo ya está hecho. Tengo la suerte de trabajar con dos fueras de serie».
Quintero es ingeniero aeronáutico y trabajaba en una empresa del sector hasta que decidió olvidarse de la carrera que había cursado en la Politécnica de Madrid y centrarse en el karate. El destino quiso que cuando era un crío, con cinco años, recalase con su familia en Torremolinos. Sus padres, Hugo y Miriam, odontólogos en Argentina, ya tenían sacados los billetes para emigrar a Australia, pero una oferta de trabajo en Málaga que vieron en la Prensa les hizo cambiar de destino. Luego llegaría el traslado al CAR donde Quintero se convirtió en uno de los mejores karatecas del mundo.El camino hasta Tokio no fue sencillo, sobre todo durante el confinamiento. «Tuve mis momentos. Sobre todo recuerdo que la tercera semana fue la más fastidiosa para mí, porque estar entrenando constantemente en casa, por videollamada con el entrenador, pues al principio se hace gracioso, es la nueva rutina con el iPad, pero pronto se me hizo bastante pesado. Tenía la suerte de tener el sótano, pero ahora es una parte de la casa a la que le tengo tirria, no lo quiero ni ver», asegura.