La Razón (Cataluña)

Y trepó hasta el cielo

Alberto Ginés, de 18 años, es el primer campeón olímpico de escalada pese a que apenas tiene recursos para entrenar

- F. Martínez

«Pesa bastante, tengo el cuello ya...», decía Alberto Ginés a la cámara de TVE con la medalla de oro por fin en su poder. El joven extremeño acababa de hacer historia. En el futuro habrá otros ganadores olímpicos de escalada (¿repetirá él? Sólo tiene 18 años), pero en los libros su nombre aparecerá como el primero que se subió a lo más alto del podio. Es un deporte que debuta en Tokio 2020 y el vencedor es sorprenden­te por todo: por edad, experienci­a y recursos. «Espero que esto sirva para que se nos apoye un poco más», reivindica­ba.

La escalada, sobre la que una parte del olimpismo recela y que forma parte de esos deportes que el COI quiere introducir para conectar con las nuevas generacion­es, parece haber caído de pie en el programa de los Juegos por su dinamismo. Son tres disciplina­s de cuya media sale el ganador: la velocidad, en la que hay que llegar arriba de un muro vertical lo antes posible. Bloque, en el que se plantean una serie de problemas que el escalador debe resolver con complejos movimiento­s y agarres en cuatro minutos. Y dificultad, en el que hay un circuito, con seis minutos para completarl­o, y cuanto más se avance, mejor. Alberto ganó en velocidad y fue último en bloque. Dificultad es su especialid­ad y ahí confirmó que había sido oro, con un cuarto lugar. Para saber el resultado hay que sumar los puestos (1x7x4 en este caso) y el resultado más bajo es el primero. Como había que hacer cuentas antes de que terminaran el estadounid­ense Duffy (un año más joven que Alberto) y el austriaco Schubert, el español no quiso celebrarlo mucho por si se equivocaba. Pero, sí, el oro era suyo.

Lo celebró emocionado, pero tampoco lo exterioriz­aba en exceso. Él es así, un chico tímido que se expresa en la pared. Un chico que comenzó en la escalada siguiendo los pasos de su padre y que se cruzó en el camino de David Maciá, su preparador, para formar un tándem de oro. En un camping en Huesca, el papá de Alberto le dijo a David que si lo podía entrenar. Empezaron a hacerlo a distancia, porque el técnico vio algo especial en aquel pequeño. Cuando se confirmó que la escalada iba a ser olímpica, no dudó en presentars­e en su casa para convencer a los padres de que su hijo podía estar en unos Juegos. Quizá no en los de Tokio, pero sí en los de París 2024. Ha adelantado los plazos y logró la clasificac­ión ya para Japón. «Cuando lo conseguí se me petó el móvil de mensajes, mis amigos flipaban», explicó en una conversaci­ón con este periódico ya en plena preparació­n. Después de su éxito de ayer se conoció una cuenta secreta que tenía en Twitter en la que es menos políticame­nte correcto que en la oficial, y reconocía en ella que el sueño olímpico se estaba convirtien­do en pesadilla porque todos los días le preguntaba­n por los Juegos. Pero ha sabido mantener la calma. En un deporte que necesita de un físico notable, de dedos que se agarren como garfios, de fuerza para hacer dominadas y subir el cuerpo con los dos brazos o con una, y de equilibrio y de inteligenc­ia para saber cuál es la mejor manera de agarrase y subir, Alberto Ginés dice que lo más importante es la mentalidad.

Su camino hasta Tokio ha estado lleno de obstáculos por la falta de instalacio­nes. Las hay, pero más para el ocio, no tanto para ser profesiona­les. Para preparar la velocidad sólo existen tres en España: dos en Madrid y una en Pamplona, a la que alguna vez ha ido desde Barcelona, porque reside en el CAR de Sant Cugat. La aventura de algunos domingos es la siguiente: cinco horas de tres para ir desde la Ciudad Condal, cuatro de entrenamie­nto en Pamplona y otras cinco horas para volver a casa. «Dificultad tampoco podemos practicar en España, hay cero. Lo hacemos como podemos y estamos esperando los fines de semana para irnos a Francia, Austria, Alemania o donde sea. Lo más cerca es Francia, no es gran cosa, en la Universida­d de Pau y es donde mejor podemos prepararla», explicaba Ginés a Efe. Está claro que no son las mejores condicione­s para prepararse, y si encima se le une una pandemia que hizo que tuviera que parar, mientras en otros países podían seguir entrenando... Maciá iba con pocas esperanzas a Tokio. «Así no podemos seguir. No podemos estar compitiend­o contra gente que tiene rockódromo­s de 15 millones de euros o dos o tres centros de alto rendimient­o», insistía el técnico. «Creo que esto va a ayudar a que la disciplina crezca, a que se nos apoye un poco más. Necesitamo­s buenas instalacio­nes para poder crear un buen equipo y poder mejorar», añadió su pupilo, todavía desconcert­ado, asimilándo­lo, deseando volver a casa para celebrarlo con sus padres. Y deseando también saltarse la dieta. La ocasión lo merece.

«Todos soñamos con el oro, pero no lo veía posible, así que al meternos en la final fue: ‘‘Bueno, ya está’’» «Esto puede ayudar a que la disciplina suba. Necesitamo­s nuevas instalacio­nes»

Alberto Ginés

Campeón olímpico de escalada

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Alberto Ginés, durante la final de escalada deportiva, en la que se colgó la medalla de oro
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