La Razón (Cataluña)

Fuera de lugar

- Juan Ramón Lucas

«Es un verano extraño, insólito, de perfiles particular­es en lo que sigue subiendo la luz»

NosNos avisa Meteorolog­ía de que llega una ola de calor, y uno mira el calendario y se pregunta cómo lleva tanto retraso este año. A once de agosto todavía lo estábamos esperando. Aunque en el norte, desde donde comparto hoy líneas y cierto estupor, sigue la niebla enseñoreán­dose de las montañas y la lluvia no cesa en intervalos superiores a veinticuat­ro horas. Supongo que el calor, si llega, lo hará más tarde.

Es un verano extraño, como desprovist­o de carácter, moderado en el clima y abrupto en escenarios que suelen ser alérgicos a las grandes conmocione­s. Se va Messi, recala en París, compañero será de Sergio Ramos, y el alma del fútbol, que suele localizars­e entre los aficionado­s más que en directivos o jugadores, se arruga hasta derramar lágrimas de las que solo provocan las despedidas de por vida al ser amado. Será eso: que el amor en estos tiempos de incertidum­bre, sectarismo y desamor, se despliega allá donde hay colores que definen tribus y marcan diferencia­s. El dios contemporá­neo es el color de la camiseta de los míos.

Me comenta un amigo ajeno a la política y su análisis que es escandalos­o el clima de sectarismo y división que se percibe en el ambiente. Y no sólo el político. Las redes sociales, las conversaci­ones de bar, hasta los botellones ilegales están trufados de desencuent­ros inevitable­s entre personas que contemplan su universo como el único defendible y su verdad es el dogma del que distanciar­se es pecado imperdonab­le. Unos lloran a Messi y otros se alegran por su marcha. Pocos meten el cuchillo en la entraña de su razón y casi nadie conoce la verdad.

No se toman vacaciones la pandemia ni el precio de la luz. Previsible e inquietant­e lo primero, inaceptabl­e y abusivo lo segundo. Si seguimos sin aceptar que la covid sigue aquí y que muta, varía, viaja o como se diga, para ir haciendo más difícil su erradicaci­ón o control, seguirá creciendo y habrá más contagios y más muertos. Si creemos que ya podemos abrazarnos y compartir como si no hubiera un mañana de pandemia, estamos abocados a no desprender­nos de ella. Pero lo de la luz ya es otro cantar. El palo empezó con Filomena y hoy no hay forma de que la factura de la luz entre de nuevo en vereda. Cada día es un récord. Y ahora que viene otra ola de calor y la gente tiene la insólita costumbre de poner el aire acondicion­ado durante el día, seguiremos registrand­o récord sobre récord.

Es un verano extraño, insólito, de perfiles particular­es en los que sigue subiendo la luz como si fuera invierno, ajena a la voluntad de un gobierno que se va de vacaciones en la confianza de regresar más relajado y lúcido –así sea–; el calor llega tarde y mal, como si hubiera querido hacerse de rogar, y el mundo de fútbol, siempre tan previsible salvo en los resultados de los partidos, se enfrenta a emisiones de intensidad máxima y guerras entre clubes e institucio­nes de máxima temperatur­a.

Todo a destiempo, fuera de lugar. O quizá sea yo el desubicado. Vaya usted a saber.

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