La Razón (Cataluña)

RUSIA, LA FRONTERA MÁS PELIGROSA DEL MUNDO

Erika Fatland, una joven periodista, recorrió, en un increíble y arriesgado viaje, catorce países que tienen el denominado­r común de hacer frontera con Rusia. Un recorrido formidable que le ayudó a conocer mejor la historia del gigante euroasiáti­co.

- Toni MONTESINOS

FueFue hace dos años cuando tuvimos la oportunida­d de conocer a una viajera y escritora portentosa, tanto en sus iniciativa­s a la hora de elegir destinos como en la selección de lugares, inhóspitos y peligrosos a veces. Erika Fatland ofrecía «Sovietistá­n. Un viaje por las repúblicas de Asia Central», gracias al cual nos adentrábam­os en las cinco repúblicas centroasiá­ticas que se independiz­aron de la Unión Soviética a inicios de los noventa: Turkmenist­án, Uzbekistán, Tayikistán, Kazajstán y Kirguistán. Todas ellas, rodeadas por montañas, estepas, desiertos; por paisajes infinitos y un silencio abrumador, pero también llenas de gentes nómadas y ciudades donde el dictador de turno aparecía por doquier como guía espiritual y política de una población que no conoce nada más, encerrada en su miseria y aislamient­o, parapetada en su miedo a hablar en voz alta en caso de osar emitir algún comentario negativo del líder; o peor aún, convencida de que su presidente, el mismo que prohíbe el acceso a internet o usar el sistema sanitario de otros países, es el que hace posible que la nación funcione como debe, el que trae prosperida­d y paz, como decían a modo de inquietant­e mantra diversos lugareños.

A esos lugares se trasladó esta mujer emprendedo­ra y valiente, joven noruega, e hizo de ello una narración fabulosa, que nos introducía en un mundo donde el asombro y el riesgo están asegurados, y todo con un estilo ameno y hasta humorístic­o. Le esperaban ocho meses en los que visitó cinco de los países más nuevos del mundo, que tras independiz­arse al desmembrar­se la Unión Soviética en el año 1991, acabaron en el olvido.

Paisajes insólitos

Entonces, un buen día pensó que era interesant­e hacer un viaje alrededor de Rusia, a través de Corea del Norte, China, Mongolia, Kazajistán, Azerbaiyán, Georgia, Ucrania, Bielorrusi­a, Lituania, Polonia, Letonia, Estonia, Finlandia, Noruega y también el Paso del Noreste. El resultado, otra crónica impresiona­nte, «La frontera» (traducción de Carmen Freixanet).

Como en la otra ocasión, el libro es un maravillos­o recorrido cultural, geográfico, histórico y político por lugares milenarios entre paisajes insólitos, desde que empieza su periplo en el cabo Dezhniov, el punto más oriental del continente euroasiáti­co, y emprende una travesía en un viejo barco soviético durante cuatro semanas.

De este modo Fatland se desplaza a lo largo de diez mil kilómetros­hastallega­raMúrmansk, una remota ciudad portuaria de Rusia ubicada en el extremo noroeste del país, después de ver solo estaciones meteorológ­icas abandonada­s como única señal de civilizaci­ón humana en esa zon. Y de esa manera conoce cómo «la historia de la frontera rusa es la de la Rusia moderna, con todos sus nuevos países vecinos escindidos, y, al mismo tiempo, también es la historia de la constituci­ón de Rusia y, en consecuenc­ia, de qué es. Queda por ver si también será la historia de la Rusia futura», asegura al final del primer capítulo, titulado «El verano ártico».

La autora estructura su libro, aparte de esta primera parte dedicada al mar, en tres grandes bloques, «Asia», «El Cáucaso» y «Europa», y en ellos habla de diferentes temas, algunos muy conocidos y otros no tantos, pero que a todos nos resultan de alguna manera conocidos: capitalism­o, Putin, grandes aventurero­s, el gobierno estalinist­a, el té sueco, Chernóbil, célebre por el accidente de la central nuclear, o

Laponia: mil y un asuntos, grandes y pequeños, pero, en cualquier caso, totalmente relevantes, que se extienden en medio de la reproducci­ón de oportunos diálogos con lugareños que no tienen desperdici­o alguno, y entre los que destaca, claro está, la manera en que influye en el día a día el aspecto político; es el caso, por ejemplo, de una Corea del Norte (fronteriza solo a lo largo de 19 kilómetros con Rusia) que en la actualidad es como es por su vínculo soviético.

Una marioneta peligrosa

Y es que, como asegura la escritora en este libro, «Kim Jong-un no sería dictador hoy en día de no ser por Stalin». Para Fatland, pues la Unión Soviética quiso utilizar a Kim Il-Sung como una suerte de marioneta cuyos hilos se pudieran mover desde la capital, Moscú, aunque este personaje acabaría pronto tomando su propio camino político. «La familia Kim se transformó en una dinastía de soberanos brutales, rodeados de un culto a la personalid­ad sin parangón en la época moderna. Los Kim se han convertido en reyes-dioses de la rara y aislada burbuja que constituye este país absurdo», leemos, en una de las innumerabl­es ocasiones en que la gracia narrativa de la escritora nos mete en su propio viaje, y en la historia de las naciones que pisa, de una manera tan vívida que acabamos viajando con ella.

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La frontera entre Rusia y Corea del Norte, una de las más inhóspitas y peligrosas

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